lunes, 30 de diciembre de 2013

Alucinemos: “cristianofobia” en Chile

Hoy les traigo una pieza de sofistería repelente de Raúl Hasbún, sacerdote, publicada en Humanitas, la revista de antropología y cultura cristiana de la Pontificia Universidad Católica de Chile (y luego reimpresa por InfoCatólica, de donde la tomé). Su tema es la “cristianofobia”.

Hasbún comienza con una observación tan carente de caridad como groseramente incorrecta sobre la gente que sufre lo que la psiquiatría define como fobias:
Quienes sufren de estas patologías obsesivas suelen negarlas o justificarlas apelando a coartadas biensonantes, tales como estadísticas (amañadas), experiencias (imaginadas) o citas (extrapoladas). Admitir lo irracional y anormal de sus miedos les significaría quedar mal posicionados antes sus pares y ante sí mismos.
Y luego presenta a su criatura:
Hoy tiende a configurarse, en los mundos que se dicen “desarrollados”, una fobia contra el ejercicio público de la fe cristiana. Lo irracional y anormal de esta fobia radica en que surge precisamente en culturas que tienen, en el cristianismo, su raíz y sustento fundacional.
Se dice en tono ligero que la mayoría siempre es cuerda; que si sólo una persona ve ciertas cosas, es que son una alucinación, pero si la mayoría las ve, entonces son la realidad. En psiquiatría se considera que una creencia (por muy implausible que sea) no es patológica si es común a la comunidad donde habita el individuo. Se trata de una cuestión filosófica largamente debatida. Lo que quiero señalar aquí es que si tantos individuos de los países desarrollados se oponen a lo que Hasbún llama “el ejercicio público de la fe cristiana”, quizá no se trata de una fobia —irracional y anormal— sino de un nuevo consenso de creencias o de una renovada percepción de la realidad.

El primer caso es la hipótesis más fácil de asumir: el Zeitgeist ha cambiado y a la gente le desagrada la exhibición del comportamiento cristiano; en rigor, están en todo su derecho, tal como estuvieron en su derecho los paganos que eligieron convertirse al cristianismo hace dos milenios, rechazando la fe de sus padres, incluso cuando dicha fe fuese “la raíz y sustento fundacional” de la sociedad y el estado en que vivían (a los primeros cristianos del Imperio Romano se les acusó y persiguió no por el contenido de su fe, sino por negarse a reconocer la dignidad divina del César, símbolo de unidad del Imperio).

La segunda hipótesis es la que Hasbún ni siquiera podría pensar en asumir: que no se trata de un mero cambio de ideología (una apostasía masiva, una “desconversión” generalizada) sino que muchas personas han percibido que el cristianismo es factualmente falso y/o que sus doctrinas producen daños concretos. O más bien, el cristianismo organizado, sectario, políticamente influyente, de la Iglesia Católica (para empezar), ya que hay muchos cristianos que practican su religión sin joder al prójimo.

Pero de hecho, toda la argumentación de Hasbún se refiere a un asunto político: la probable pérdida de ciertos privilegios simbólicos, mínimos, que se operarán en Chile una vez que asuma como presidenta, por segunda vez, Michelle Bachelet, en reemplazo del untuosamente católico Sebastián Piñera. Bachelet, en su programa de gobierno, ha prometido una nueva constitución donde se reafirmará la laicidad del estado, lo cual ha hecho poner los pelos de punta a los chupacirios. Para Hasbún, eliminar invocaciones e imágenes religiosas del ámbito formal estatal es expresión de su fobia inventada:
Esta cristianofobia quiere ahora asentarse en Chile como reivindicación e ícono de una “nueva mayoría”. No más juramentos ni Biblia ni crucifijos ni imágenes de María ni invocación del nombre de Dios en los espacios o actuaciones estatales.
¡Qué terrible, no poder presumir de la propia fe en público!
¿Qué teme, la “nueva mayoría”, de la fe cristiana y bíblica profesada por el 90% de la población? ¿Por qué arrinconan y encapsulan esa energía que cautela, como ninguna, la dignidad del ser humano y la paz social?
Quizá habría que devolverle a Hasbún pregunta por pregunta. ¿Qué teme su mayoría del 90% de unas pocas regulaciones estatales que no pasarán de lo simbólico? ¿Su fe es tan débil que requiere que el estado la imponga sobre los demás, sobre esa minoría de creyentes de otras religiones y de ateos, agnósticos e indiferentes?

Los temores que expresa Hasbún sobre la posible prohibición de las procesiones o de la invocación de Dios en los hospitales son infundados; de hecho, son tan traídos de los pelos que es imposible tomarlos con buena fe. Esto es terrorismo retórico sin más: una especialidad católica dentro del amplio campo de la autovictimización que la Iglesia domina como pocas instituciones. Considerando cómo han hecho creer a casi todo el mundo que fueron perseguidos y martirizados durante siglos, no es extraño que intenten hacer creer a los católicos chilenos que la malvada socialista Bachelet les mandará la policía si se atreven a salir de procesión.

La realidad es que la Iglesia chilena seguirá teniendo todos los privilegios de siempre; las parroquias seguirán difundiendo la sumisión y la obediencia, los obispos seguirán teniendo espacios mediáticos para proclamar el odio a las mujeres y a los homosexuales, los colegios privados católicos seguirán (de)formando alumnos, y sólo —si acaso, si de verdad Bachelet puede cumplir con su programa— se evitará, de vez en cuando, que un político se llene la boca jurando en público por Dios y los Evangelios o que un funcionario invoque a la divinidad en un acto oficial. Sospecho que la mayoría de los católicos de a pie no notará la diferencia.

Quizá sea eso lo que impulsa a Hasbún a exagerar: su conocimiento de que su mentado 90% no es una mayoría de devotos fanáticos y que, a fin de cuentas, a muchos de sus fieles poco les importa que la Iglesia tenga influencia sobre el estado, un asunto que sólo preocupa a los jerarcas que viven de ese poder. En un estado laico, una religión que no se impone por la fuerza tiene poco que temer.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Francisco el Salvador

Hace un tiempo decidí dejar de prestar atención a las incesantes alabanzas dirigidas a Francisco por sus fans. Hago una excepción hoy precisamente para mostrarles hasta qué punto hay que hundirse en el barro de la complacencia y el voluntarismo bobo para refutarlas. El siguiente es un ejemplo al azar de la tendencia a ver en Francisco a un líder que sintetiza lo político y lo religioso. Se trata de un artículo de Luis Rosales en Infobae, titulado (prepárense para esto) El papa Francisco puede salvar a Latinoamérica y reconstruir Occidente.

Comienza hablando de lo que Francisco está haciendo en la Iglesia:
En estos pocos meses de papado, ha planteado uno a uno los grandes desafíos y problemas que afectaban a la institución espiritual más poderosa y extendida de la tierra. Las finanzas, la pedofilia, los abusos de todo tipo, entre otras incongruencias e incoherencias, enfrascado en un afán imparable de ir enfrentando las amenazas que la habían hecho tambalear en los últimos años y que hasta provocaron la renuncia de Benedicto XVI.
No tengo mucho que decir aquí porque la suerte de la Iglesia Católica y sus manejos internos no podría importarme menos. Lo único que puede destacarse es cómo el periodista coincide con buena parte de sus colegas en hablar de “desafíos”, “problemas” o “amenazas” para la Iglesia al referirse a delitos financieros y a crímenes de alto vuelo que son parte integral (y no fallas ni anomalías) del mecanismo de la institución eclesiástica: la Iglesia Católica nunca habría sobrevivido como foco de poder mundial sin apoyo de políticos inescrupulosos, sin lavado de dinero de mafias actuales y pasadas, sin secretismo y pactos de silencio, sin una autoridad verticalista e implacable, sin una eficaz estructura de ocultamiento de sus propias maldades. En un sistema como el de la Iglesia, al igual que ocurre en los ejércitos y en otras sociedades cerradas, no es una “incongruencia” que existan todo tipo de personalidades patológicas protegidas por el mismo sistema.

El artículo continúa con lo que quiere ser un análisis sociopolítico cuya tesis es que existe una amenaza al occidente cristiano por parte del Peligro Amarillo. Caída la Unión Soviética comunista, la hegemonía liberal/capitalista de Estados Unidos y Europa se encuentra frente a potencias emergentes, la principal de las cuales es China.
Por eso, todo hace suponer que en un proceso lento y gradual, la preponderancia de nuestra civilización y sus valores, la libertad individual, los derechos humanos, la trascendencia de destino, el progreso constante, pueden quedar subsumidos por un nuevo orden que poco a poco vaya imponiendo otros, más propios de otras civilizaciones. (…) Orden absoluto en lugar de libertad individual, Estado y autoridad omnipresente, muy poco lugar a la religión y a la trascendencia espiritual.
El autor de la nota pertenece a esa derecha conservadora que en Argentina gusta de autonombrarse “liberal”, por lo cual quizá prefiera ignorar que los valores de la libertad individual y los derechos humanos fueron anatema para la Iglesia Católica hasta hace muy poco en términos históricos. La Iglesia y el Papa que según su tesis podría liderar la defensa de nuestra civilización se oponen a la libertad más básica del ser humano, que es la de disponer de su propio cuerpo: nos prohíben el placer del sexo por sí mismo, tanto en pareja como en solitario; consideran a las mujeres embarazadas como meros contenedores de una persona humana con más derechos que ellas mismas; nos vedan incluso decidir cuándo queremos dejar de vivir. La Iglesia aboga incesantemente por limitaciones a la libertad de expresión y de prensa; se opone a la despenalización del consumo de ciertas drogas por parte de adultos libres y responsables; en Argentina, además, su jerarquía (con escasísimas excepciones) ha estado siempre del lado de quienes violaban los derechos humanos, antes del de quienes los defendían.

Con respecto a la religión, está claro que los valores del Occidente cristiano son mucho más tolerantes que los de la dictadura comunista China. Incluso lo son ante religiones distintas del cristianismo mayoritario, aunque esto es reciente y no precisamente debido al cristianismo sino más bien a sus detractores. En lo que se refiere a la “trascendencia espiritual”, el término es tan ambiguo como para resultar inútil; su uso habitual, en la práctica, refiere a la imposición de bendiciones y juramentos en reparticiones del estado, a catecismos forzados en las escuelas públicas y una veda de facto, para influyentes políticos o mediáticos, de toda crítica radical contra la superstición y las creencias irracionales que pueda ofender las sensibilidades “espirituales” de los ciudadanos.

Un Estado omnipresente y autoritario no es antitético a la existencia de la Iglesia Católica o del ejercicio de la religión (de la única religión verdadera, ¡obviamente!); en tanto Estado e Iglesia coordinen esfuerzos para someter a la población, su sociedad puede prosperar. El caso particular de China ejemplifica la memorable sentencia de Bertrand Russell en el sentido de que el comunismo y el cristianismo no son incompatibles por sus diferencias sino por sus similitudes. Por lo demás, la economía cuasi-capitalista intervenida y corporativista que está dando un impulso a las regiones más prósperas de China es un modelo mucho más cercano a la doctrina de la Iglesia que una economía capitalista liberal. La doctrina social católica sólo requiere que se respete hasta cierto punto la propiedad privada. En otros puntos, las diferencias no son esenciales. Por ejemplo, si China estuviese subpoblada en vez de superpoblada, y el estado chino prohibiera la anticoncepción y el aborto de la misma manera que ahora prohíbe tener más de uno o dos hijos, la Iglesia Católica con seguridad apoyaría esta restricción gravísima a la libertad con todas sus fuerzas y quizá hasta estaría dispuesta a dejar pasar otras intromisiones del estado.

El resto del artículo de Rosales es más de lo mismo. Hay que notar que el hombre no es un novato: escribió un libro sobre “Argentina en un mundo bipolar” y es co-autor de una biografía de Francisco. A juzgar por su manifiesta incomprensión de la ideología económica de Francisco (que es un populismo voluntarista de libro de texto), su investigación ha sido floja en este punto. O quizá sea que, simplemente, haya encontrado como tantos otros a un personaje que es, como anhelaba San Pablo, “todo para todos los hombres”: un papa carismático que sirve de espejo a las expectativas de católicos de nombre y de fanáticos, de cristianos de base y de alcurnia, de liberales, conservadores, socialdemócratas e izquierdistas, de empresarios piadosos y venales y de millones de pobres. Hasta ahora el espejo no ha sido más que eso, y a juzgar por quienes lo admiran desde sus posiciones de poder, más allá de todas las vagas expresiones de deseo, nadie espera que Francisco sirva más que para gestionar el statu quo.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Rusia contra los homosexuales (una más y van…)

Rusia parece estar haciendo grandes esfuerzos por volver atrás el reloj del progreso y convertirse en uno de los lugares más odiosos del Occidente cristiano. En una de las últimas tentativas en ese sentido, el parlamento, contagiado del beaterío retrógrado de la Iglesia Ortodoxa, hizo ley otra medida destinada a marcar a los homosexuales como indeseables. Así lo anuncia, con rencoroso placer, el sitio de propaganda integrista InfoCatólica:
Las adopciones de niños rusos sólo se permitirán a Italia, que no admite el «matrimonio» gay. Lo ha declarado hoy el representante del Kremlin para los derechos de la Infancia, Pavel Astakhov, como informa la agencia Interfax. «Actualmente Italia es el único país en el que los ciudadanos tiene la posibilidad de adoptar niños rusos», ha explicado Astakhov, «porque este país no reconoce el «matrimonio» homosexual, y, en consecuencia, no debemos cambiar nada en el acuerdo vigente y, además, ellos respetan los términos de este acuerdo».
La ley, aprobada en junio, dictamina que no se pueden dar niños rusos en adopción a gente de ningún país que reconozca el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Rusia sólo tenía acuerdos de adopción con algunos países europeos y con Estados Unidos; estos últimos quedaron invalidados por otra ley, dictada en represalia por Rusia luego de un escándalo internacional que nada tuvo que ver con el asunto, y de los países europeos con los que Rusia tenía acuerdos, sólo Italia permanece a la zaga del resto considerando a las parejas homosexuales como indignas de reconocimiento estatal. Nótese que la ley no prohíbe meramente dar niños en adopción a parejas del mismo sexo de ciertos países, sino que elimina toda posibilidad de acuerdo con esos países, sin más.

A diferencia de la mayoría de los países civilizados, en los últimos años en Rusia la homofobia ha aumentado en vez de disminuir. Los legisladores rusos no hacen sino responder a esa tendencia, quizá por su propio odio, quizá afectando lo que creen que les traerá adhesiones. Los homosexuales son el chivo expiatorio de un gobierno en decadencia, blanco de violencia entre cuyos autores se mezclan seguidores de la Iglesia Ortodoxa y grupos neonazis. Putin ha llegado a decir que los gays están despoblando Europa, idea que nos resulta familiar a los que prestamos atención a las divagaciones de los “pro vidas” católicos y de los papas; para el patriarca ruso Kiril, reconocer los matrimonios homosexuales es un signo del apocalipsis. Todo el asunto es una mezcolanza tóxica entre un nacionalismo exacerbado con una identidad vinculada patológicamente al cristianismo y una confluencia de intereses entre el autoritarismo de Putin y el fanatismo medieval de los ortodoxos.

(Vale la pena leer los tres o cuatro comentarios en la nota de InfoCatólica que cité al comienzo. Le dan a uno escalofríos pensar en lo que haría esta gente con aquéllos que les caen mal si tuvieran detrás el poder de un gobierno para hacerlo.)

lunes, 9 de diciembre de 2013

Una mujer contra los obispos

Por primera vez una mujer demandó judicialmente a la Conferencia de Obispos de Estados Unidos por su imposición del dogma antiabortista por sobre la salud de los pacientes.

La mujer, Tamesha Means, estaba embarazada de 18 semanas cuando sufrió una ruptura prematura de membranas y recurrió de urgencia a Mercy Health Partners, un establecimiento sanitario que se identifica como católico. El embarazo estaba virtualmente perdido y Means sufría un terrible dolor, pero los médicos, en cumplimiento de las directivas de la Iglesia, se negaron a provocarle un aborto. Volvió más tarde y fue rechazada nuevamente. La tercera vez, ya con una infección y mientras en el hospital se preparaban para enviarla a su casa nuevamente, Means abortó espontáneamente; sólo entonces le dieron la atención debida. El hospital no se negó a realizar un aborto: ni siquiera se lo mencionaron.


No se trató de un caso de objeción de conciencia. Si la legislación lo permite (puesto que no es un derecho sino una excepción) un profesional médico puede negarse a realizar un aborto, pero debe informar a la paciente para permitirle que busque a otro profesional que sí lo haga. En el contexto de una institución de salud, la misma es responsable de contar con un profesional que esté dispuesto a hacerlo, o de derivar a la paciente a otro hospital.

Pero aquí no se ofreció información ni alternativas. El hospital Mercy Health Partners es católico, frase un poco absurda (¿cómo puede tener fe religiosa una institución, cuando la fe es un asunto personal?) que se resume en que las leyes y la ética normales no se aplican, sino las directivas de un grupo de hombres célibes sin conocimiento alguno del tema, elegidos a dedo por un monarca absolutista extranjero. Las Directivas Éticas y Religiosas para los Servicios Católicos de Cuidado de la Salud, documento de los obispos estadounidenses que “sus” hospitales deben respetar, prohíben el aborto bajo cualquier circunstancia. Esto incluye, aunque no lo dice específicamente, el riesgo de vida de la mujer embarazada.

Una vez más queda probado que los hospitales católicos no son seguros para las mujeres, y que permitir que las leyes cedan lugar a la doctrina religiosa en la vida pública es una claudicación inadmisible por parte de los legisladores.

sábado, 30 de noviembre de 2013

El Código Civil, la moneda papal y el cura antidrogas

El Senado argentino dio finalmente media sanción al proyecto de ley de Código Civil con las concesiones que la Iglesia Católica había pedido. El “nuevo” Código, que ahora tendrá que pasar por la Cámara de Diputados, sigue siendo un producto cabal del siglo XIX. O quizá no: los legisladores decimonónicos que promovieron la educación laica y legalizaron el matrimonio civil —medidas, ambas, que la Iglesia anatematizó y condenó como seguras destructoras de la sociedad— se habrían asombrado bastante.

Imagino que nuestros liberales de 1880 también se habrían sorprendido por la reciente aprobación casi unánime de un proyecto de ley para acuñar una moneda conmemorativa del ascenso al trono del Papa Francisco. Se dice que la Cámara de Diputados es tradicionalmente menos conservadora que el Senado, lo cual se explica por su diferente proporción de legisladores de las provincias pequeñas y alejadas del cosmopolitismo porteño. Si es así, no se notó para nada esta vez. Es probable que no se trate de conservadurismo sino de mero oportunismo, farandulismo o indiferencia.

A favor de la moneda del autócrata vaticano votaron 177 diputados, incluidos peronistas “de izquierda”, “progresistas” y “socialistas”; hubo tres votos negativos, uno de ellos del socialista mudado al kirchnerismo Jorge Rivas, y una abstención. La composición de la Cámara es algo diferente de la que en 2010 votó a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, pero con seguridad hay unos cuantos legisladores que en ese momento fueron parte del “plan del Padre de la Mentira” (palabras de Jorge Mario Bergoglio) y que ahora son favorables a la monedita.

La diputada Marcela Rodríguez fue, hasta donde sé, la única que explicó en detalle su voto en contra, explayándose sobre la laicidad estatal con un escrito dirigido al presidente de la Cámara, que entre muchos otros puntos se adelanta a las previsibles excusas de que la moneda franciscana representa un homenaje a valores o ideas compartidas, prescindiendo de la religión. Lo hace a través de una cita de Roberto Saba, que se refiere a los símbolos religiosos, pero que se puede extrapolar fácilmente al asunto de la moneda. El Papa Francisco no es sólo un argentino notable que exalta la humildad y la compasión; como papa, es un símbolo del poder de la Iglesia Católica, de absolutismo político y moral, y sus valores son valores católicos, que como todos sabemos permanecen dentro de muy estrictos límites dogmáticos.

Lo de la moneda fue el broche de oro de una semana de acelerado retroceso hacia el chupacirismo estatal que incluyó no sólo el asunto del Código Civil sino el nombramiento de un Jefe de Gabinete genuflexo y miembro del Opus Dei, la confirmación (poco comentada) de un Ministro de Salud también vinculado a la secta católica, y el inédito nombramiento de un sacerdote “progre”, amigo de la familia presidencial y del susodicho Jefe de Gabinete, al frente del SEDRONAR, la agencia estatal de lucha contra la drogadicción y el narcotráfico.

Juan Carlos Molina, el sacerdote en cuestión, no tiene otra calificación profesional que la de dirigir un par de ONGs subsidiadas de manera discrecional y bastante turbia por sus referentes políticos, cuya labor sin duda meritoria representa un ejemplo más de la privatización y el consiguiente abandono de la responsabilidad del estado sobre la prevención y el control de la adicción a drogas, comparable a la de la tercerización del cuidado de los presos a manos de pastores evangélicos que ocurre en pabellones enteros de varias cárceles argentinas con total anuencia de las autoridades.

Por lo demás, la forma de expresarse de Molina (al menos en Twitter) es casi una caricatura del cura voluntarista, siempre alegre y propenso al uso de citas bíblicas bobas. Esperemos que Fabio Alberti esté prestando atención. En el clima de babosidad pro-sotana que se vive hoy en Argentina, me consuelo recordando que alguna vez pudimos ver en nuestra TV esta magistral síntesis de la superficialidad clerical.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Dar derechos al embrión es quitárselos a la mujer


En mi artículo anterior escribí sobre lo que implica definir por ley que la existencia de la persona humana comienza con la concepción. Lo hice motivado por el reciente éxito del lobby antimujeres católico en su interferencia con el proyecto de ley del nuevo Código Civil argentino, mediante la cual lograron reafirmar la cláusula de “persona desde la concepción”, desechar una modificación que habría permitido la fecundación asistida e imponer al Congreso el dictado de una ley de protección del embrión no implantado. (El Código no ha sido aprobado aún y no lo será hasta el año que viene al menos, pero las posibilidades de que se modifiquen estos puntos son remotas, dada la beatería de los líderes parlamentarios y el unánime terror de gobierno y oposición a molestar al Papa.)

El artículo 19 del Código Civil argentino ya hablaba de “persona desde la concepción”, pero era un punto poco recordado, perdido entre miles de otras disposiciones legales igualmente arcaicas y obsoletas. Dejarlo como está en una reforma, sin embargo, implica una reafirmación y una demostración de fuerza de los católicos. Ya hablé de algunas de las consecuencias que podrían derivarse de transformar en ley la noción metafísica, espiritualista, de que con la unión de un óvulo y un espermatozoide aparece automáticamente una entidad llamada “persona humana” que tiene todos los derechos de una persona de verdad.

Algún lector quizá crea que con algunos ejemplos (mujer embarazada condenada por perder un embarazo al chocar el auto que conduce, etc.) no intenté más que una reducción al absurdo. El propósito de este artículo es demostrar que no fue así.

Hay varios estados de Estados Unidos donde los conservadores religiosos, con más poder que en Argentina y con una estructura legal diferente (más poder local, menor injerencia federal), han logrado imponer leyes de protección de los embriones e incluso leyes que dictaminan que existe una persona humana desde la concepción. (La jurisprudencia que permite el aborto en Estados Unidos no lo expresa como un derecho; expresa que el estado sólo puede intervenir en el primer trimestre de la gestación para proteger la salud de la mujer, y luego de este plazo, sólo puede regular la interrupción del embarazo si admite expeciones para preservar la salud de la mujer. Esto deja la puerta abierta a leyes que, sin prohibir el aborto, lo limitan severamente por otros medios.) Hace unos días, coincidentemente con los entretelones del Código Civil argentino, me encontré leyendo un reporte sobre las consecuencias de esas leyes sobre la libertad de las mujeres.

Se trata de un trabajo de National Advocates for Pregnant Women (NAACP), una organización estadounidense que “busca proteger los derechos y la dignidad humana de todas las mujeres, particularmente las embarazadas y las madres y aquéllas que son más vulnerables”. El estudio
identifica cientos de casos criminales y civiles involucrando los arrestos, detenciones y privaciones equivalentes de libertad física de mujeres embarazadas que ocurrieron entre 1973 y 2005, luego de producida la decisión Roe vs. Wade.
Roe vs. Wade fue el caso que, tras un fallo de la Corte Suprema, permitió que las mujeres abortaran sin ser perseguidas penalmente.
En cada uno de los 413 casos, el embarazo fue un elemento necesario y las consecuencias incluyeron: arrestos; encarcelamiento; prolongación de sentencias de prisión o detención; detenciones en hospitales, instituciones psiquiátricas y programas de tratamiento de la drogadicción; intervenciones médicas forzadas, incluyendo cirugías. Los datos mostraron que las autoridades estatales han usado medidas legales post-Roe incluyendo leyes de feticidio y leyes antiabortistas que reconocen derechos particulares a los cigotos, embriones y fetos como base para privar a mujeres embarazadas (sea que buscasen interrumpir el embarazo o llevarlo a término) de su libertad física. Estos hallazgos marcan claramente que si se ponen en efecto lo que se llama medidas de “personería”, no sólo serán arrestadas más mujeres que abortan, sino que tales medidas crearían las bases legales para privar a todas las mujeres embarazadas de su status de personas de pleno derecho.
El estudio documenta 413 casos distribuidos en casi todo Estados Unidos a lo largo de 32 años, advirtiendo que seguramente sean muchos más, y sin incluir otros 250 casos documentados desde 2005 a la fecha de publicación (enero de 2013). Algunos ejemplos:
  • Una mujer embarazada se cayó por una escalera. Fue arrestada acusada de intentar matar al feto.
  • Una adicta a los opiáceos fue a un hospital a pedir ayuda para tratarse de su adicción. Al descubrir que estaba embarazada, se la forzó a internarse en una clínica psiquiátrica.
  • Hay varios casos de mujeres forzadas a someterse a exámenes ginecológicos invasivos o incluso a una cesárea, en teoría para proteger al feto.
Las mujeres más propensas a sufrir estos ataques a su libertad son las más pobres; en buena parte de los casos las denuncias provienen de personal sanitario en violación de su deber de confidencialidad.

Esto no puede dejar de sonar conocido a los argentinos. En nuestro país es sabido que con dinero se puede abortar con seguridad y sin consecuencias penales, y que las mujeres pobres son las que menores chances tienen de ejercer sus derechos reproductivos. También sabemos que en cualquier hospital uno puede encontrarse con médicos o enfermeros devotos que consideran que su religión está por encima de la ley y que, ante una mujer que busca ejercer sus derechos, correrán a denunciarlo para entorpecerlo. Peor aún, los hospitales públicos están infestados de monjas y curas, incluso como personal pago (capellanes), que meten la nariz donde nadie los llama. Hay, en resumen, una gran cantidad de personajes dedicados con pasión a vigilar que las mujeres gesten y den a luz sus hijos cuando y como ellos desean.

Un embrión no es una persona de ninguna manera que nuestro sentido común pueda reconocer, y no debe serlo según la ley, por más que se apele a los tratados internacionales que Argentina ha suscripto y que parecieran obligarla a ello. Esto dice el comunicado de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) sobre el tema:
Respecto del comienzo de la existencia de la persona humana “desde la concepción”, resulta alarmante que se mantenga una disposición obsoleta redactada en el siglo pasado y que incluye un término (“concepción”) sumamente vago que carece de un significado biológico preciso. Esta norma no recepta los avances científicos en la materia ni la jurisprudencia más reciente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso “Artavia Murillo”. Allí, la Corte Interamericana concluyó que el embrión no puede ser entendido como persona a los efectos del artículo 4.1 (derechos a la vida) de la Convención Americana de Derechos Humanos y que la protección del derecho a la vida no es absoluta, sino que es gradual e incremental según su desarrollo.
¿Le importará algo de todo esto a nuestros políticos? La mayoría de ellos no parecen muy inteligentes, ni educados, ni interesados en estar al día con la jurisprudencia relativa a lo que deben votar como legisladores.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Lo que implica la “persona humana desde la concepción”

Hace unos días, la mayoría legislativa kirchnerista entregó la cabeza del nuevo Código Civil argentino en una bandeja a la Iglesia Católica, en la persona de su campeona “pro vida” la senadora Liliana Negre de Alonso, como expliqué en mi artículo anterior.

Comencé entonces diciendo que el proyecto de ley de Código Civil implicaba un retroceso específicamente en los derechos de las mujeres, aunque no me explayé demasiado sobre el tema. Debería ser obvio que reafirmar que “la persona humana existe desde la concepción” es un ataque contra las mujeres, pero quizá no lo sea para todos o no se comprendan en plenitud los efectos de una declaración legal de esa naturaleza.

La postura cristiana conservadora frente al aborto siempre me ha parecido un fingimiento. Oponerse al aborto, como oponerse a la homosexualidad o a los anticonceptivos, puede transformarse fácilmente en una consigna, una bandera ideológica y una marca identitaria: el santo y seña por el cual los conservadores se reconocen y el grito con el cual marchan juntos a la batalla más allá de (y sin tener que pensar en) diferencias de detalle que los separen. Pero imaginemos, por un momento, que hay personas que realmente creen que “la persona humana comienza con la concepción”, que esa “persona” recién concebida es tan persona como ella misma y que están dispuestos a seguir esa idea hasta sus últimas consecuencias.

Y ahora imaginemos que la persona-desde-la-concepción es ley, y que uno de esos creyentes consecuentes es el encargado de hacer cumplir la ley.


De pronto, cada cosa que pueda poner en peligro a un óvulo fecundado es una amenaza contra una persona. Un cigoto es una cosa muy frágil; de hecho, diferentes estimaciones dicen que entre un 30% y un 70% de los cigotos son abortados espontáneamente, muchos antes de implantarse en el útero y casi siempre sin que la mujer siquiera lo note, por cosas tan sencillas como un cachito de cromosoma de más o de menos. Pero eso es “natural”, así que no cuenta, nos dicen los “pro vidas”. Tal criterio es ilógico, como el lector podrá comprobar si reflexiona unos segundos: en nuestra sociedad no sólo hay leyes contra el asesinato sino también leyes que obligan a colocar pararrayos en los edificios altos, leyes que nos fuerzan a vacunar a nuestros hijos y campañas para incentivarnos a comer comida sana; presiones e influencias, en fin, que buscan protegernos de la “naturaleza”. Si la naturaleza aborta a la mitad de los embriones, estamos ante un nivel de letalidad que deja chiquitas a la viruela, la polio, el sarampión, la difteria y el tétanos; y sin embargo, no vemos a ningún “pro vida” haciendo campaña desesperadamente en favor de la investigación científica que permita salvar a esas millones de personas. Si un cigoto es una persona, en el tiempo que te llevó leer este párrafo han muerto miles de personas indefensas y a nadie le importa.

En el anteproyecto de Código Civil había una previsión específica para la fecundación asistida. Esa previsión se quitó a instancias de la Iglesia, incorporándose en cambio una promesa de reglamentar la “protección del embrión no implantado” por medio de una ley especial. Este cambio, aplicado como un parche entre gallos y medianoche, motivó la indignación de más de uno:
“Es gravísimo —alertó el jefe del bloque de diputados radicales Ricardo Gil Lavedra—. ¿Qué significa esto? ¿Que al que se le cae por error una probeta incurre en aborto? No tenemos sancionado nada serio sobre preservación de los embriones y estamos diciendo que son personas”, exclamó.
Gil Lavedra no se equivoca, aunque tampoco lo ve muy claro. En la práctica, cumplir el Código Civil tal como se lo propone implica el fin de la fecundación asistida legal, ya que incluso las técnicas más modernas implican la producción y manipulación de embriones.

En nuestro ordenamiento legal, si uno causa daño a otra persona por negligencia, le caben penas menores que si lo hace buscando causar daño adrede, pero penas al fin. Una mujer embarazada que no busca abortar pero que se comporta de manera que podría dañar al nascituro, ¿no entra en la misma categoría?

De pronto, una mujer que pierde su embarazo en un accidente automovilístico causado por su mala conducción es penada de la misma manera que si en ese accidente hubiese muerto su hijo de cinco años sentado en el asiento del acompañante sin arnés ni cinturón de seguridad (y es penada incluso aunque ella misma no supiese aún que estaba embarazada). Una mujer que llega a la guardia de un hospital con un aborto espontáneo en curso es acusada de haber intentado un aborto provocado. Una mujer que fuma o bebe alcohol queda embarazada y su esposo o un juez la hace internar en una clínica de rehabilitación hasta el final de la gestión, para que no consuma drogas que pueden dañar al nascituro (con el mismo criterio con que la justicia le impide a los padres darle drogas adictivas a sus hijos menores de edad).

¡Y hay más! Un trabajador en una clínica de fertilidad, como imaginaba el diputado, deja caer una probeta con un embrión que iba a ser implantado, y la receptora frustrada lo acusa de homicidio. En esa misma clínica de fertilidad, un corte de energía generalizado y prolongado hace que se descongelen y malogren miles de embriones preservados en frío: ¡una masacre causada por no contar con generadores de energía autónomos y redundantes!

Estos casos no son totalmente hipotéticos. Ya existe en Argentina un precedente de acusación de “doble homicidio” por el asesinato de una mujer embarazada. Si parece que nadie presta atención al Código Civil es porque de hecho en Argentina son muy pocas las leyes que verdaderamente se cumplen (aunque en este caso deberíamos dar gracias). En un próximo artículo les voy a contar sobre lo que ocurre en Estados Unidos, donde hace tiempo que, siendo legal el aborto, existen sin embargo muchos casos donde las leyes impulsadas por conservadores religiosos, y hechas cumplir al pie de la letra, han quitado derechos a las mujeres para concedérselos a los nascituros.

sábado, 23 de noviembre de 2013

El Código Civil argentino, entregado a la Iglesia Católica

Argentina tendrá pronto un nuevo Código Civil y todo indica que, en varios sentidos, el mismo implicará un retroceso, específicamente en los derechos de las mujeres.

El Código Civil que tenemos data de fines del siglo XIX y ha tenido modificaciones pero no, hasta ahora, de manera integral. El presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, propuso hace años hacerla, y desde entonces el gobierno, la oposición, los jueces, expertos independientes y muchas organizaciones no gubernamentales han estado debatiendo. El proyecto de Lorenzetti enriquecido con estas deliberaciones incluía legislar sobre fertilización asistida y maternidad subrogada (“alquiler de vientres”), entre otros temas que encendieron las alertas de ciertos entrometidos profesionales cuya ocupación habitual es decirle a los demás cómo su dios quiere que nos reproduzcamos.

Aunque nunca se habló del derecho al aborto como algo que podría incluirse en el nuevo Código (al menos, nunca pasó de un reclamo de algunas organizaciones), la Iglesia Católica hizo un gran escándalo con lo demás, intentando mostrarlo como un primer paso en esa nefanda dirección. En realidad no fue más que un marcado de territorio, habitual en estos casos.

La senadora Liliana Negre de Alonso y el presidente
de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez
El artículo 19 del viejo Código Civil ya consideraba que la persona humana comenzaba su existencia “con la concepción en el seno materno”. El kirchnerismo (mayoría absoluta en el Congreso) quería darle lugar al reclamo de cierta minoría intensa a favor de la fecundación asistida, que tiene el inconveniente (técnico) de que produce embriones de sobra, que luego hay que desechar o bien conservar sine die. La lógica y la jurisprudencia dictaban que había que eliminar la arcaica e inutilizable definición de “persona desde la concepción”; la política cortoplacista, acomodaticia y chapucera determinó que se quitara lo del “seno materno” y se agregara una frase a los efectos de que, sólo en el caso de tratarse de un embrión producido por fertilización asistida, la existencia de la persona comenzaría no con la concepción sino con la implantación en el útero. Este artículo esquizofrénico, conteniendo dos definiciones mutuamente contradictorias de “persona”, hubiera terminado infamando el nuevo Código Civil si no hubiera sido porque la Iglesia Católica redobló la apuesta y, a través de uno de sus legisladores a control remoto más confiables (la senadora Liliana Negre de Alonso), interpuso una queja en favor de los pobres e indefensos embriones, condenados a vivir en peligro hasta haber logrado parasitar exitosamente a un contenedor femenino.

Negre de Alonso pertenece al sector habitualmente caracterizado como de derecha o conservador dentro del peronismo. El kirchnerismo está mayormente formado, en teoría, por el ala opuesta. Sin embargo, como bien sabemos los argentinos e infructuosamente hemos tratado de explicar durante décadas, el peronismo es una religión plagada de misterios, a los cuales habrá que sumar, en los libros de historia del futuro, el que el kirchnerista presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, acordase con Negre de Alonso (en representación del fascismo católico) modificar nuevamente el artículo 19 de manera de quitar la definición de “persona desde la implantación” y asegurar la “protección del embrión no implantado”.

Si el artículo 19 original, como otras disposiciones arcaicas del Código, no se cumplía en la práctica excepto en lo que se refiere a la prohibición del aborto, este nuevo énfasis parece orientado a que sí se cumpla, con lo cual podría ocurrir, como planteó el diputado radical Ricardo Gil Lavedra, que dejar caer una probeta con un embrión sea penado como un aborto provocado. (No es absurdo que esto pueda ocurrir, como mostraré en un artículo por venir.)

Mientras se realizaban estas componendas, la sanción del Código seguía en sus idas y vueltas. El Frente para la Victoria (kirchnerismo) decidió primero y de pronto que el Código debía estar aprobado antes de la renovación parlamentaria del 10 de diciembre, le gustase o no a la oposición; luego de la concesión a la Iglesia, de manera igualmente sorpresiva se comunicó que buscarían darle media sanción en el Senado pero dejar el resto del trámite para el año que viene. Negre de Alonso volvió sobre sus pasos y dijo que el proyecto “no conforma a ninguno”, cosa que probablemente es cierta; el kirchnerismo cuenta con un elemento progresista (con puntos de contacto con feministas y anticlericales) que no está muy feliz con lo ocurrido, y a la oposición —dejando de lado a los chupacirios y empleados del episcopado— le molestan otros elementos preocupantes, aunque no, desgraciadamente, la permanencia sin cambios de los artículos que dan a la Iglesia privilegios como el de ser considerada “persona jurídica pública”, es decir, una institución a la par de organismos estatales y de los países extranjeros, condición que no comparte con ninguna otra religión.

Los ciudadanos seguimos esperando que nuestros representantes, o al menos la mayoría de ellos, encuentren la independencia mental y la valentía necesaria para volverse hacia los lobbistas de Dios y comunicarles que sus reclamos y opiniones ya no van a ser considerados.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Hagamos un exorcismo contra el matrimonio gay

¡Ay, es que estos católicos están tan locos…!


Veamos: no es cuestión de quedarse con el titular, que desde luego lo deja a uno con la sensación de que este buen hombre de Dios está como una cabra. Hay que leer y tratar de entender las razones, que están muy bien explicadas. Para empezar, no es una locura porque ya lo dijo Francisco (que además de ser el único representante comercial legítimo del creador del universo, es infalible a discreción):
El contexto para esta oración puede entenderse recordando las palabras del papa Francisco cuando tuvo que afrontar una situación similar (…).

Respecto a la re-definición del matrimonio civil en Argentina, el entonces cardenal Bergoglio escribió el 22 de junio de 2010: «El pueblo argentino deberá afrontar, en las próximas semanas, una situación cuyo resultado puede herir gravemente a la familia. Se trata del proyecto de ley sobre matrimonio de personas del mismo sexo. (…) No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una movida del Padre de la Mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios.»
Efectivamente, el hoy héroe de la izquierda (que cree que existe un ser malvado y poderoso llamado variadamente Lucifer, Belcebú, el Demonio, el Diablo, etc., y que la gente que quiere casarse con gente de su mismo sexo trabaja para el susodicho) escribió hace tres años una carta a unas hermanitas religiosas explicándoles que había que oponerse con fuerza a que el estado extendiera reconocimiento legal a parejas del mismo sexo. La carta no debía trascender, ya que el arzobispo Bergoglio cultivaba, como ahora, un perfil político moderado (es decir, hipócrita), pero se filtró, y por un tiempo (hasta su transformación instantánea en ídolo de masas y tuitstar) Bergoglio debió llamarse a silencio mientras miles de personas decentes lo insultaban y luego se reían de él.

Quien reporta con aprobación la iniciativa del obispo Paprocki es el insufrible Juanjo Romero, director técnico de la agencia de desinformación InfoCatólica y miembro de la fachada católica HazteOír. Romero (que por alguna razón cree útil incluir en su mini-biografía que es padre de familia numerosa y fumador) explica, para información de los feligreses y de nosotros, pobres ateos perdidos:
Las oraciones de «Súplica y Exorcismo que pueden ser utilizadas en circunstancias especiales de la Iglesia» están tomadas de los Apéndices de la Edición Latina de 2004 del Ritual de Exorcismos, en cuya introducción se explica que «La presencia del Diablo y otros demonios se pone de manifiesto no solo cuando tienta o atormenta a las personas, sino también por la intervención de su acción en cosas y lugares, de alguna manera, así como por las diversos modos de oposición y persecución contra la Iglesia. Si un obispo diocesano, en circunstancias especiales, considera conveniente convocar a los fieles a rezar juntos, presididos y dirigidos por un sacerdote, se pueden tomar textos de estos apéndices para preparar la oración de súplica».
Son instrucciones y están en un libro, con título y todo, así que debe ser verdad, ¿no?

lunes, 11 de noviembre de 2013

¡Por los huesos de San Pedro!

El show de los muertos de la Iglesia Católica termina con la estrella de la función. De ACI Prensa:
Para cerrar con broche de oro el Año de la Fe, convocado por Benedicto XVI y que termina el próximo 24 de noviembre, el Vaticano ha decidido exponer públicamente las reliquias del Apóstol San Pedro, el primer Papa y Vicario de Cristo en la tierra que murió martirizado.
Con respecto a la veneración de las reliquias ya se ha escrito varias veces en este blog, consignando el hecho bien sabido de que la mayoría de ellas son, como siempre han sido, falsas. El cadáver del apóstol Pedro, además, tiene un bagaje político particular. Como en otras ocasiones, me sirvo de la erudición del historiador católico Paul Johnson, que luego de relatar la grosera corrupción existente en torno a la fabricación y el tráfico de partes de cuerpos o vestimentas de santos o beatos, llega a la reliquia más codiciada de todas:
La reliquia más importante era el cuerpo de san Pedro, que según había creído la opinión cristiana, por lo menos desde mediados del siglo II, estaba enterrado en el lugar de la Iglesia vaticana que lleva su nombre. Se entendía que la posesión del cuerpo era la “prueba” definitiva de que Pedro era el primer obispo de Roma. Se estableció la siguiente cronología: en el año 34 d.C. Pedro se convirtió en obispo de Antioquía, en 40 trasladó su sede a Roma, en 59 consagró como sucesores a Lino y Cleto. Nadie refutaba estos asertos. Se presumía que Pedro había fundado un linaje episcopal que después nunca se había interrumpido. Más aún, el cuerpo de Pablo estaba también en Roma. Estas reliquias convertían a Roma en una fundación apostólica por partida doble, la única fuera de Jerusalén que no era una fuerza en la política de la Iglesia. León el Grande, papa desde 440 hasta 461, destacó el hecho de que Pedro y Pablo, los apóstoles más poderosos, habían reemplazado a Rómulo y Remo como protectores de la ciudad. De esta forma, Roma heredó, de manera cristianizada, parte de la invencibilidad de la ciudad imperial. (Paul Johnson, Historia del cristianismo, p. 227. Ediciones B Argentina S. A., 1999)
“Nadie refutaba estos asertos”, como dice Johnson, y de hecho nadie en la Iglesia hoy se animaría a refutarlos, por más que no sean producto más que de “la opinión cristiana”, es decir, las habladurías de un pueblo totalmente crédulo, alimentadas a conciencia por los jerarcas romanos deseosos de incrementar el poder y prestigio de su sede. El cuerpo de Pedro podría de hecho estar en cualquier lado sin desmedro para la fe, pero eso no serviría a los papas para reafirmar su poder monárquico absoluto sobre todas las jurisdicciones cristianas del planeta; a otro nivel, las oportunidades publicitarias —y para la exhibición obscena de la piedad pueril de los adoradores de huesos, dientes, cartílagos y pedazos de vísceras secas— son demasiadas como para dejarlas pasar. Si la Tradición (con mayúsculas) dice que Pedro está allí enterrado, ¿por qué negarles a los peregrinos cargados de euros acudir a venerarlo?

sábado, 9 de noviembre de 2013

Luc Montagnier en Lourdes, o un ciego que guía a otro ciego

A través de sus medios de propaganda, la Iglesia Católica continúa su difusión autocomplaciente de testimonios que parezcan apoyar la creencia en los milagros, que no por pueril deja de ser muy rendidora tanto en términos culturales y simbólicos como económicos. Dice InfoCatólica:
LA VERDAD ES IRREFUTABLE

Descubrió el virus del SIDA, recibió el Nobel, es agnóstico y dice: Lourdes es «algo inexplicable»

El destacado bacteriólogo Luc Montagnier no ha podido quedar impávido ni ajeno a las evidencias explícitas, inexplicables para el científico, que ocurren en Lourdes. Un científico agnóstico que hablando sobre las propiedades del agua sorprenda al señalar «el agua tiene propiedades extraordinarias, tal vez también la de Lourdes», no pasó desapercibido. En 1983 revolucionó al mundo científico por ser uno de los descubridores del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) causante del SIDA. Por ello, en 2008 fue galardonado con el premio Nobel de Medicina y el Príncipe de Asturias.
Para el público en general es razonable suponer que un Premio Nobel sabe de qué está hablando. Para quienes le hemos dedicado algo de tiempo al pensamiento escéptico, Luc Montagnier es al menos tan conocido por sus indiscutibles logros científicos como por haber sido uno más de los afligidos por la “enfermedad de los Nobel”: la tendencia de los ganadores de altos honores científicos a salir disparados por la tangente de la pseudociencia y el charlatanismo.

Un Premio Nobel en Fisiología o Medicina no hace a su acreedor inmune al error ni a la crítica de sus colegas. Los colegas de Montagnier, en general, salieron muy contrariados de la conferencia en la que, en 2010, éste presentó un supuesto nuevo método para detectar infecciones virales con mecanismos que recordaban el uso de diluciones homeopáticas. La homeopatía es, por supuesto, una pseudomedicina: es una forma moderna de magia simpática y no sirve absolutamente para nada excepto engrosar los bolsillos de los que venden globulitos de agua y pastillas inertes al precio de medicamentos. Montagnier ya había creado revuelo dos años antes, cuando publicó en una revista científica que él mismo co-presidía un estudio suyo (la base de su “método”) según el cual había detectado señales eléctricas producidas por el ADN de bacterias en una solución acuosa. (El ADN no sólo no emite ondas electromagnéticas sino que la solución ya no era más que agua.)

Entonces, que Montagnier diga que el agua de Lourdes tiene “propiedades extraordinarias” es bastante esperable, todavía más cuanto el buen doctor participó en 2012 en un simposio organizado por los vendedores de milagros de Lourdes y ha encontrado en los creyentes una audiencia dispuesta a alabarlo por su “investigación” (especulación) “independiente” (sin confirmación independiente) de las aguas de la gruta. Poco le debería gustar a Montagnier, pero nada ha dicho si así es, que sus hallazgos sean asociados con los infames experimentos sobre la “memoria del agua” de Jacques Benveniste (el que murió reclamando un Nobel y autoproclamándose un nuevo Galileo) y con las ridículas divagaciones nuevaerianas de Masaru Emoto.

Lejos están los tiempos en que la Iglesia, confiada en su hegemonía intelectual, despreciaba abiertamente la ciencia y condenaba a los descreídos: hoy un científico notable y agnóstico que preste apoyo al show milagroso, como Montagnier, es apreciado y exhibido como un ejemplo de cómo la fe triunfa sobre las mentes racionales.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Las hermanas de la Magdalena

Quiero recomendarles ver The Magdalene Sisters (“Las hermanas de la Magdalena”), un film de 2002 del que escuché hablar hace poco. Se trata de un drama basado en hechos reales: un trozo de la infame historia de las “lavanderías” que las monjas de varias órdenes religiosas regentearon en las Islas Británicas y en Norteamérica durante siglos, contada a través de la vida de varias internas en uno de estos establecimientos, en la Irlanda de los años 1960.



Las monjas proveían, como ha hecho históricamente la Iglesia Católica, un servicio a la sociedad que la misma Iglesia había ayudado a crear: apartar y contener a las mujeres consideradas de mala vida o sexualmente problemáticas. Las lavanderías servían para mostrar a la sociedad una fachada que justificara lo que se hacía a las internas: allí las prostitutas, las chicas fáciles y otros peligros morales realizaban un trabajo duro pero digno, lavando sus pecados junto con las ropas de las monjas, de los sacerdotes que les daban misa y de las buenas gentes.

En la práctica, sin embargo, los “asilos” de las Magdalenas eran centros de trabajos forzados. Las lavanderías eran una fuente de ingresos segura para las monjas, tanto más cuanto las mujeres forzadas a trabajar en ellas no recibían sueldo, no podían irse ni tenían ningún tipo de seguridad social, ni licencias, ni nadie a quién reclamar si las condiciones eran inhumanas. Los castigos corporales y las medidas disciplinarias destinadas a la degradación de las internas eran comunes.

El prólogo del film consta de tres breves historias de mujeres jóvenes llevadas por la fuerza a una lavandería: la primera, por haber denunciado ante su familia, durante una fiesta de boda, que un primo suyo acababa de violarla; la segunda, una huérfana, por permitirse coquetear con los muchachos que la llaman desde el otro lado de las rejas del orfanato; la tercera, por haber tenido un hijo fuera del matrimonio. Los tres casos conforman una vista panorámica y desoladora a una cultura profundamente católica, tóxica, donde las mujeres, para ser consideradas morales, sólo pueden habitar tres ambientes bajo estricta supervisión, sometidas a una autoridad ajena y con su sexo anulado o severamente restringido: la casa paterna, la casa del esposo, y el convento.

En efecto, en las historias que The Magdalene Sisters cuenta, son las propias familias —o el estado encargado de suplir la custodia familiar– las que abandonan a sus hijas en los hogares de las monjas y les dan la espalda. La autoridad de las monjas se entiende simbólicamente como absoluta en función de la altura moral y el respeto social que automáticamente ganan aquéllos que se consagran a Dios, pero es de hecho una autoridad delegada: las familias de las internas pueden venir a sacarlas en cuanto lo deseen. Sin embargo, muchas de ellas permanecen en las lavanderías hasta morir. Las monjas contaron con la total colaboración del Estado para hacer la vista gorda y para enviarles mujeres sin recursos a través del sistema judicial.

Las víctimas de la esclavitud de las Magdalenas finalmente comenzaron a encontrarse y contar sus historias al final del siglo pasado, luego de que estallara un escándalo al descubrirse decenas de cadáveres de internas enterradas en tumbas anónimas en terrenos de un convento. Una investigación reveló el nivel de los abusos llevados a cabo en los asilos, que (sólo desde los años 1920 y sólo en Irlanda) afectaron a unas treinta mil mujeres.

Más recientemente el gobierno de Irlanda, después de dilatarlo todo lo posible, decidió reconocer su parte en el asunto y ofrecer atención y compensación monetaria a las sobrevivientes. El gobierno también solicitó a las cuatro órdenes religiosas responsables de las lavanderias que, pese a no haberse dado un proceso penal, hicieran el gesto de reconocer los abusos cometidos y aportaran fondos. Las monjas se negaron unánime y categóricamente. Así queda, sin castigo, uno de los grandes crímenes de la Iglesia Católica en el siglo XX.

(El film está subido a YouTube íntegro, en inglés original sin subtítulos.)

viernes, 25 de octubre de 2013

Brasil: homofóbicos y racistas al frente de la política de derechos humanos

Bruno Bimbi, en Tod@s, denuncia desde Rio de Janeiro que “aliados homofóbicos de Dilma ahora también quieren legalizar el racismo en Brasil”. Los susodichos son miembros de lo que informalmente se conoce como el “partido evangélico”, con el cual se alió el Partido de los Trabajadores para poder llevar a Dilma Rousseff a la presidencia. Y lo que han hecho para continuar demostrando poder y acumulando privilegios ante la ley es de una caradurez suprema.
La Comisión de Derechos Humanos y Minorías, secuestrada desde marzo de este año por los fundamentalistas, que por un acuerdo con la coalición gobernante consiguieron colocar en su presidencia al pastor racista y homofóbico Marco Feliciano, aprobó un proyecto de ley que exime a las “organizaciones religiosas” del cumplimiento de la Ley contra el Racismo, por lo que podrían, por ejemplo, expulsar de sus cultos o negarse a celebrar casamientos entre personas negras, indios o inmigrantes. (…)

Su autor es el diputado Washington Reis, del PMDB, el principal partido aliado al gobierno, donde militan el vicepresidente Michel Temer y los presidentes de ambas cámaras del Congreso, y el relator del proyecto es el diputado Jair Bolsonaro (…), militar retirado acusado de violaciones a los derechos humanos, que reivindica la dictadura, defiende públicamente la tortura y tiene como principal obsesión política la persecución contra gays y lesbianas.
El proyecto no ha sido aprobado por el pleno de la Cámara de Diputados. Según Bimbi, el destino de la mayoría de los proyectos contra los derechos humanos y las minorías aprobados por la Comisión de Derechos Humanos y Minorías es el olvido o la derrota, pero su sola discusión es propaganda gratuita para los intolerantes y para los que se fingen intolerantes con el objetivo de ganarse a una clientela fanática.

miércoles, 23 de octubre de 2013

La Biblia es ficción, pero mucho cuidado al decirlo

Estudiante sufre bullying por un profesor a quien le dijo que la Biblia no es ficción”, leo en el habitualmente patético sitio evangélico NoticiaCristiana.com, y como el tema parece serio, continúo leyendo.

Resulta que un profesor pidió a sus alumnos, como tarea, leer durante media hora cada día un libro de no ficción y luego traer el libro a clase. Y este alumno, sea por ignorancia o por mala leche, leyó la Biblia. Ahora bien, hay partes de la Biblia que son históricas (aunque sean muy pocas), pero las más significativas y las que más probablemente haya leído el alumno, que son el Génesis, el Éxodo y los Evangelios, son casi totalmente ficticias (para empezar, de los Evangelios ni siquiera se puede asegurar que el protagonista haya existido). El profesor, naturalmente, le hizo saber al alumno que la Biblia no califica como libro de no ficción.

La forma en que se lo hizo saber, sin embargo, fue bastante desagradable, si hemos de creer lo que reportan las noticias cristianas: en vez de explicarle amablemente que sus creencias no pueden trocar lo mitológico en real, el profesor vio la Biblia, constató que el alumno creía que era un libro de no ficción y luego se lo comunicó airadamente al resto de la clase. Una persona en situación de autoridad que expone al ridículo a otra que no puede defenderse a su misma altura está haciendo bullying. Desde luego tenemos que tomar el reporte con pinzas dado que la autovictimización es una especialidad de los cristianos y este incidente menor sirvió rápidamente para engrosar las listas de sitios como Persecution.org, además de llamar la atención de un grupo de buitres… eh, perdón, de abogados cristianos.

Dice otro aspirante a mártir:
Para Robert Tyler, presidente y consejero general de los Defensores de la Fe y la Libertad, el comportamiento del profesor es inaceptable porque viola las leyes del Estado, y es necesario tomar medidas para reducir la agresión en relación con la fe cristiana.

“Éste fue un ejemplo de la creciente hostilidad hacia el cristianismo, que se ve en las aulas de las escuelas públicas, por lo que creemos que tenemos que tomar una posición. Creemos que las acciones de este maestro violan la Cláusula de Establecimiento, que obliga al Estado a permanecer neutral en materia de religión”, dice Tyler.
La neutralidad del estado consiste, precisamente, en no adoptar ni rechazar explícitamente ninguna creencia religiosa. Parece claro que admitir la proposición “la Biblia es un libro de no ficción” es de todo menos neutral. El alumno tiene derecho a creerlo y a expresarlo; el profesor no puede admitirlo, porque le daría al alumno un privilegio en base a su religión. Por lo demás, basta imaginar lo que habría ocurrido si, siendo todo lo demás igual, el alumno hubiese traído a clase un ejemplar del Corán.

El profesor en cuestión debería aprender a lidiar con alumnos mal educados de una manera más correcta. El alumno no tiene la culpa de ser víctima del lavado de cerebro de algún pastor o hijo de padres ignorantes que le enseñaron que la Biblia contiene hechos históricos. Lamentablemente, la mejor manera de tratar con esta falta de educación sería explicar en detalle por qué la Biblia es una fantasía de clase B, cosa que está vedada a los profesores de las escuelas públicas, y con buenas razones. La neutralidad es difícil.

lunes, 21 de octubre de 2013

Ecografías obligatorias antes de abortar

En mi post anterior hablé sobre la modesta proposición de que todas las mujeres embarazadas que deseen abortar sean obligadas a realizarse y recibir la imagen de una ecografía del feto. En este caso se trataba de una idea del diputado español Carlos Salvador, pero desde luego no es algo que se le haya ocurrido primero a Salvador. Varios estados estadounidenses ya obligan a las mujeres a esta invasión de su privacidad groseramente contraria a la ética de la medicina (puesto que es básico, de mínima, que un profesional médico no puede obligar a una paciente a someterse a un tratamiento que ésta no desea).

La versión más extrema de esta imposición antiabortista es la ley de Texas, por la cual la mujer que desee abortar debe realizarse la ecografía y permitir que el médico registre el sonido del corazón del feto al latir; la mujer no está obligada a ver ni escuchar pero el médico debe describirle tanto la imagen como el sonido en voz alta y darle los detalles del desarrollo fetal. Después de eso debe esperar 24 horas antes de poder interrumpir el embarazo, si así lo desea, con lo cual al chantaje emocional se le suma, en el caso de pacientes de escasos recursos que deben viajar desde lejos, un obstáculo económico.

En ciertos casos el efecto emocional puede ser devastador. Por ejemplo, una mujer que recibe en un chequeo de rutina la noticia de que su futuro hijo nacerá con graves deformidades (que lo obligarán a una vida de idas y vueltas constantes por hospitales) y decide abortar, tiene que escuchar —otra vez, antes del aborto— el latido del corazón y la descripción detallada del feto deforme.

Un detalle que quizá se le pasó por alto a Carlos Salvador, que de seguro es totalmente ignorante en lo que respecta a las etapas del desarrollo fetal o las capacidades técnicas de los equipos de ecografía, pero que sin duda muchos activistas “pro-vida” conocen, es que hasta las 12 semanas de gestación el feto es generalmente demasiado pequeño para que su imagen se capte bien en una ecografía abdominal (del tipo que estamos acostumbrados a ver, en las que se pasa el transductor sobre el abdomen untado con gel). Para cumplir con una ley como la que Salvador propone, en esos casos (que son la mayoría), se debería realizar una ecografía transvaginal, insertando una sonda especial dentro de la vagina, lo cual representa una violación desde el momento en que la mujer no desea esa penetración y se ve obligada a someterse a ella.

Lo peor es que estas leyes ni siquiera funcionan, según los datos que hasta ahora se tienen, para lo que sus proponentes en teoría querían que funcionaran. Según los profesionales entrevistados, la inmensa mayoría de las mujeres no cambian de idea sobre el embarazo que desean interrumpir. A algunas quizá no les afecte mucho; otras sufren la experiencia de la ecografía forzada pero siguen adelante a pesar de todo. Quizá los “pro-vida” se conformen con ese sufrimiento, con esa culpa reavivada siquiera brevemente. Nunca me ha quedado claro que disminuir los abortos sea el verdadero objetivo de los “pro-vida”, que casi sin excepción se oponen también a las cosas que pueden evitar que muchas mujeres lleguen a necesitar un aborto: el acceso a la anticoncepción y la educación sexual.

viernes, 18 de octubre de 2013

“Con toda la información relevante” sobre el aborto

El diputado español Carlos Salvador quiere que sea obligatorio por ley realizar y entregarle a la mujer que desea abortar durante las primeras 14 semanas de gestación una ecografía del nascituro. Según el órgano cavernario InfoCatólica, Salvador afirma que
«parece oportuno» plantear la entrega de una imagen del no nacido a través de una ecografía que muestre la «realidad vital y humana de su existencia» y que, unida al resto de la documentación, sirva a la madre y, en su caso, al padre, para poder tomar una decisión «con toda la información relevante a su alcance y sin censuras».
Esta definición es bastante jugosa. Para empezar llama “el no nacido” al embrión o feto, dándose por descontado el tácito “niño”. Esto es como llamar a una bellota un ”roble no brotado” y es el primer indicador de que el diputado quizá no tenga los intereses de la mujer como prioridad, porque ¿quién va a estar del lado de una mujer que quiere matar a un ser humano no nacido?

Seguidamente habla de la “realidad vital y humana” de la existencia del nascituro, asumiendo aparentemente que las mujeres no creen en la existencia de un ser humano en desarrollo dentro de su útero a menos que se les muestre una ecografía del mismo. Habrá tales casos, seguramente, pero se trata de trastornos psicológicos que con seguridad se deben tratar de otra manera.

Más reveladoramente, habla de “en su caso, el padre”. Nuevamente asume el diputado que el contribuyente masculino de la mitad de los genes de un embrión tiene algún derecho a decidir sobre ese embrión en una etapa de la gestación en la que no es más que un parásito del cuerpo de la mujer, dependiente totalmente del mismo y a la vez sumamente oneroso en su mantenimiento.

Finalmente habla de “censuras”. ¿Se le ha estado ocultando algo a las mujeres, con respecto a su reproducción? Si una mujer llega a un embarazo no deseado es bastante probable que haya sido por haber sido mal informada sobre la anticoncepción o por haberse sometido a mandatos de género que la destinan a la maternidad, casualmente dos de las cosas que con más asiduidad promueven tanto los partidos conservadores católicos como la iglesia con la cual están típicamente aliados. Las mujeres que cuentan con “información relevante y sin censuras” tienen muchas más chances de evitar recurrir al aborto quirúrgico que las que son privadas de esa información por políticas ridículas como las de promoción exclusiva de la abstinencia.

Afortunadamente, la propuesta del diputado Salvador no ha encontrado eco en sus colegas, aunque difícilmente sea éste su final.

Más sobre esto en un próximo post.

martes, 15 de octubre de 2013

Los obispos estadounidenses y el shutdown

Una semana antes del cierre (shutdown) del gobierno estadounidense, la Conferencia Episcopal, es decir los obispos católicos de dicho país, hacían lobby para promover el cierre.

¿Por qué les podía interesar a los obispos que el gobierno tuviera que parar todo menos sus funciones básicas? Resulta que los obispos católicos están mal con Obama, porque el presidente promulgó una regulación que obliga a todas las instituciones a ofrecer, como parte de su seguro médico para empleados, la provisión de servicios de salud sexual y reproductiva. El último acto del lobby católico fue presionar a legisladores republicanos ultraconservadores para exigir que incluyeran, dentro de las medidas a tomar por el gobierno para evitar el shutdown, un proyecto redactado a instancias de la Conferencia Episcopal, que les daría el derecho a las instituciones católicas de ser eximidas del deber de ofrecer anticonceptivos (entre otras cosas) a sus empleados.

Que la Iglesia Católica haga lobby es habitual y no está mal. Lo que sale de lo habitual es que la Iglesia ofrezca al ala más dura de los conservadores un argumento más para negarse a aprobar el presupuesto, a sabiendas de que un shutdown impactaría de lleno en la salud pública y la asistencia social. Estos legisladores no son sólo conservadores en cuanto a su oposición al aborto o la anticoncepción; son también fanáticos promotores de la destrucción del estado como proveedor de salud y asistencia económica para los que menos tienen.



Como dice un comentarista:
Una cosa es pedir ser exceptuado de una ley que uno no quiere seguir, mientras el resto de la nación continúa funcionando. Otra cosa totalmente distinta es exigir que el gobierno deje de funcionar porque a uno le disgusta cómo funciona la ley. En este sentido, la táctica de los obispos es idéntica a la del senador Ted Cruz (…). Excepto que, a diferencia de Ted Cruz, los obispos hablan de parte de una iglesia que proclama que el gobierno tiene la responsabilidad de “proteger la vida y la dignidad humana, ocuparse de la gente pobre y vulnerable en el país y el extranjero y promover el bien común universal”. A causa del cierre del gobierno, madres y niños corren riesgo de perder sus franquicias del WIC (programa de nutrición para mujeres, bebés y niños). Muchos de los programas Head Start han cortado sus servicios educativos para niños de bajos ingresos, y se ha cortado el flujo de fondos federales a muchos programas contra la violencia doméstica.
La Iglesia Católica, en otras palabras, prefiere que el gobierno cierre y millones de personas que dependen de la asistencia del mismo pasen hambre o pierdan su acceso a la salud, con tal de que Obama se vea obligado a retirar las leyes que les molestan a los obispos.

Y eso no es todo. Si el gobierno de Estados Unidos no sale del shutdown pronto, arriesga caer en default de su deuda, lo cual traería una recesión severísima. Los obispos no se han preocupado por esto: sólo le han dado a los promotores del shutdown un argumento más para mantener cerrado el gobierno.

lunes, 14 de octubre de 2013

El dominio del cielo

Una anécdota sobre nombres de dominio, traducida del post Heaven’s Domain, de Futility Closet:
En abril de 2005, cuando el Vaticano comenzó a buscar un sucesor para Juan Pablo II, el escritor sobre tecnología Rogers Cadenhead registró los nombres de dominio ClementXV.com, InnocentXIV.com, LeoXIV.com, BenedictXVI.com, PaulVII.com y PiusXIII.com, con la esperanza de que el nuevo papa asumiera uno de esos nombres.

“Alguien más ya tiene JohnPaulIII.com y JohnXXIV.com”, escribió en su blog, “pero fuera de eso tengo puesta una ficha en cada nombre de los últimos tres siglos.”

Cuando Joseph Ratzinger eligió el nombre Benedicto XVI, “sentí como si mi caballo hubiera llegado primero en las carreras de Kentucky”, le dijo a CNN. Como dueño del dominio del nuevo papa hizo algunos pedidos, incluyendo:
  1. Tres días y dos noches en el hotel del Vaticano.
  2. “Uno de esos gorros.”
  3. Absolución completa sin preguntas de los pecados de la tercera semana de marzo de 1987.
“Cualquier decisión que tome será guiada por el deseo de no hacer enojar a 1500 millones de personas… incluyendo a mi abuela”, le dijo al Washington Post. Al momento de escribir esto, el dominio parece estar sin uso; quizá todavía están negociando.

sábado, 12 de octubre de 2013

Jesús quizá no existió, pero no lo inventaron los romanos

Flavio Josefo
A propósito de la noticia de que Jesús y el cristianismo fueron inventados por la familia imperial romana y de que el Nuevo Testamento fue escrito por el historiador judeorromano Flavio Josefo, aunque a esta altura todos deberían saber que se trata de una patraña, no está mal recordarlo, puesto que muchos ateos, especial y tristemente, insisten en darle publicidad a esta disparatada tesis, proveniente de un falso académico bíblico con intereses puramente económicos.

Joseph Atwill, autor del libro Caesar’s Messiah (“El Mesías de César”), propone que el cristianismo es una gran invención destinada a burlarse de la credulidad de los judíos y, de paso, neutralizar su tendencia a la rebelión. En efecto —plantea su tesis—, dado que los judíos cada dos por tres se levantan en armas contra Roma inflamados de esperanza mesiánica, ¿qué mejor que darles un mesías que, en vez de instarlos a la rebelión, les diga que hay que poner la otra mejilla y dar al César lo que es del César (es decir, soportar la opresión y pagar los impuestos)?

Esto suena bien en el terreno de las teorías de conspiración pero es, como estas teorías en general, totalmente ridículo. Lo desmonta concienzudamente, entre otros, un verdadero académico, Richard Carrier, a quien además no se le puede sospechar un conflicto de intereses puesto que no vive de Jesús sino que es lo que se llama, en el campo de los estudiosos del cristianismo, un miticista. Carrier cree que la figura de Jesús no es histórica sino mítica en sentido estricto; que Jesús (o alguien con otro nombre pero que esencialmente cumplió con su misma función) no existió jamás. Entendiblemente, a Carrier le molesta que vendedores de conspiraciones baratas como Atwill ensucien su disciplina.
Su teoría involucra una conspiración masiva y extrañamente erudita de una extensión y origen verdaderamente bizarros para lograr un objetivo verdaderamente quijotesco que no tiene casi ningún sentido como algo proveniente de cualquier élite más o menos inteligente de esa época (…), todo para plantear que la religión cristiana completa fue creada por los romanos (¿que inmediatamente después se opusieron a ella?) y que éstos lograron de alguna manera que cientos de judíos (?) abandonaran su religión y se unieran a una secta que simplemente apareció de pronto, sin explicación y sin apoyo de nadie en el mercado de libros de Palestina (?).
Carrier explica que hay muy poco de nuevo en lo que Atwill vende ahora como una fantástica revelación:
Históricamente, la tesis de Atwill es más o menos una versión actualizada de la vieja Teoría Conspirativa de Pisón, con lo cual no me refiero a la Conjura de Pisón (una verdadera conspiración para asesinar a Nerón) sino a una versión locamente ficticia en la que familia Pisón inventó el cristianismo (y todos sus documentos) a través de sus contactos con la familia Flavia, y de ahí Flavio Josefo (…).

Este sinsentido pseudohistórico ya tiene más de un siglo de antigüedad hoy en día; fue propuesto por primera vez (que yo sepa) por Bruno Bauer en Christus und Caesaren (“Cristo y los Césares”) en 1877, y lo han resucitado una docena de veces desde entonces. Atwill es simplemente la última iteración (o casi: hay un rabino chiflado todavía dando vueltas por ahí con una versión todavía más alocada).
El artículo de Carrier es largo y complejo, y no voy a traducirlo todo aquí, pero lo recomiendo. Desde luego, no es el único que ha notado la total falta de sentido del trabajo de Atwill, pero es un buen lugar por donde empezar.