lunes, 12 de marzo de 2012

No a la indoctrinación católica en Salta (parte 3)

Apenas se conoció el dictamen de la justicia provincial prohibiendo las prácticas católicas y el catecismo en las escuelas públicas de Salta comenzaron a aparecer voces (católicas) en contra. Ya desmenucé la justificación del adoctrinamiento que hizo solapadamente el salesiano Fernando Galván. Ahora le toca al sacerdote Carlos Carrasco, cura párroco de la localidad de Rosario de Lerma, que repite los tópicos habituales: el catolicismo es parte de la identidad cultural del pueblo, si no se enseña religión no se enseñan valores, ahora prohibimos rezar en la escuela y después nos prohibirán hacer procesiones, bla bla bla, etcétera.

Resulta difícil determinar si esta gente se cree lo que está diciendo o no, porque es tan transparentemente falaz que a priori uno sólo lo atribuiría a la hipocresía, o a esa forma particular de forzar un tema que en los foros angloparlantes llaman concern trolling: meterse en una discusión fingiendo que uno está sumamente preocupado por los supuestos corolarios de una idea, y que todos deberían detenerse a pensar, por el bien de la sociedad o los niños o los pobres. (Y para poder pensarlo bien hay que dejar todo como está, indefinidamente, ya que el statu quo ha funcionado hasta ahora.) La estrategia de Carrasco en la primera parte de su opinión es ésta. Según él, la discusión actual entre laicidad y confesionalidad es ideológica (dicho esto en tono peyorativo) y coyuntural, y olvida que las tradiciones de un pueblo no pueden abolirse, so pena de destruir la identidad que lo sostiene: “… [C]uando se niega el espíritu del hombre, ahí ya no tenemos cultura, entonces se niega todo valor humano.”

La segunda parte del discurso de Carrasco utiliza la falacia clásica de la “pendiente resbaladiza” en una forma casi de libro de texto:

  • “[A]l paso que seguimos, en poco tiempo vamos a tener que sacar las imágenes depositadas en las grutas de las escuelas del interior…”
  • “¿[Q]ué vamos a hacer con las escuelas que tienen nombre de santo? ¿O qué pasará con las fiestas patronales en nuestros pueblos? Al paso que vamos tampoco se podrán realizar.”
  • “Es preocupante este debate, porque puede terminar en exigencias nada gratas para la educación, por ejemplo, la subvención a los establecimientos católicos que brinda el Estado. Seguro que van a cortar estas ayudas.”

El dictamen judicial, recordemos, no menciona ni los nombres de las escuelas ni el financiamiento educativo ni mucho menos la práctica pública de la religión. Sólo indica que no se puede dar catecismo católico (ni de otra religión) como asignatura en clase en las escuelas públicas ni tampoco obligar a los alumnos a participar en procesiones o en fiestas religiosas. (Cuando digo “obligar” incluyo también a las actividades “optativas” organizadas por la escuela, y que en la práctica son forzadas sobre los alumnos por decisión de los padres y/o presión de los maestros o los directivos. Incluso si los padres pueden negarse, su asentimiento es tácito y constituye un elemento de coacción.) La preocupación de Carrasco es exagerada y él lo sabe. Quizá sí sea tiempo, por otra parte, de sacar de las escuelas, hospitales, tribunales y otros organismos públicos las imágenes sectarias. Y con seguridad es tiempo de pensar si queremos educación pública, laica y gratuita o educación privada, confesional y subsidiada por el Estado. Pero en este caso no se han tocado esos temas.


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