jueves, 26 de enero de 2012

Supersticiones populares

Mientras trataba de informarme un poco para mi artículo anterior sobre las campanas, leyendo sobre la historia de esos implementos sonoros, me crucé con un dato de la historia de los campanarios que no conocía en absoluto: el de los conjuratorios.

Un conjuratorio, o exconjuratorio (o esconjuradero, como les dicen en el Pirineo aragonés) es una construcción pequeña y sencilla, simétrica, con ventanas abiertas hacia los puntos cardinales, situada de preferencia en un punto alto con vista al paisaje, a veces aislada y otras adosada a una torre, especialmente la torre de un campanario. En la torre de la Catedral de Murcia hay cuatro conjuratorios, cada uno mirando a un punto cardinal. El objeto de los conjuratorios era servir de lugar para realizar rituales de conjuración (sujeción sobrenatural) de tormentas, de bendición de cultivos, de atracción de la lluvia, de prevención de plagas de insectos, etc.

Lo curioso del tema es que estas prácticas eran propias de las creencias pre-cristianas del lugar. Cuando la Iglesia Católica tomó el control, resultó imposible abolirlas. Hay que tener en cuenta que los sacerdotes no eran personas especialmente piadosas ni intelectualmente formadas; provenían del mismo pueblo y eran tan supersticiosos como los demás, por lo cual siguieron efectuando los ritos, aunque ahora cristianizados de manera de no resultar afines a la brujería. El cristianismo quemaba brujas porque de hecho creía en ellas, vale decir, en personas capaces de convertirse literalmente en animales, echar maleficios, invocar tormentas para arruinar los cultivos, etc.

Atención: si no viste El Señor de los Anillos: Las Dos Torres, esto puede ser un spoiler.

Si bien desde la jerarquía eclesiástica no se veía muy bien todo esto, se lo toleraba porque mantenía a la gente controlada; el catolicismo, como todas las grandes religiones, tiene formas altas e intelectuales reservadas para unos pocos y una forma vulgar para consumo masivo, lo cual explica su popularidad.

Los conjuratorios no son más que edificios históricos o detalles arquitectónicos pintorescos hoy en día, y todo esto que he escrito no sería más que una nota curiosa si no fuera por la prevalencia de estas creencias en nuestra cultura, y no precisamente entre los más ignorantes o humildes. El caso de un gobernador provincial argentino reuniéndose con un obispo para rezarle a la Virgen que acabe la sequía puede equipararse al de un gobernador estadounidense declarando tres días de oración por la lluvia y contra los incendios forestales, o un presidente brasileño pidiendo a la gente que rece para lograr que la lluvia termine.

Nótese que hablo de gobernantes seculares y no de líderes religiosos: de estos últimos cabe esperar (como de hecho ocurre) que simplemente inviten a la oración, mientras que los líderes laicos son los que manejan los asuntos de estado y se supone que son los que deben hacer algo, si es posible, cuando una catástrofe climática golpea. El lugar del sacerdote que subía al conjuratorio a hacer su ritual mágico por la lluvia, contra el granizo o lo que fuera, lo cumplen hoy bastante desafortunadamente algunos de estos gobernantes electos, quién sabe si por compromiso o porque creen realmente que esos encantamientos medievales tienen algún efecto.

1 comentario:

  1. Hace poco en mi país tuvimos un bochornoso episodio de este tipo de maguferías. http://de-avanzada.blogspot.com/2012/01/es-lo-que-he-estado-diciendo-toda-la.html

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