lunes, 30 de noviembre de 2009

Protesta de última hora contra el matrimonio gay (A151i)


Foto: La Nación
Hoy, 30 de noviembre, las fuerzas que se oponen a la equiparación de los derechos de los homosexuales con el resto de la sociedad se concentrarán frente al Congreso Nacional para entregar firmas contra los proyectos de ley que permitirían el matrimonio de personas del mismo sexo. Luego irán a la Casa de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para hacerle saber a Mauricio Macri que desaprueban que su administración no haya interferido con la decisión de la jueza que declaró inconstitucional la parte del Código Civil que discrimina a las parejas gays.

La clase de gente con la que estamos lidiando es de lo peorcito, como nos cuenta Bruno Bimbi:
  • El Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, “[cuya] especialidad es defender a los militares acusados de violaciones a los derechos humanos.” No confundir con el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal.
  • La Corporación de Abogados Católicos, de quienes he hablado en otras ocasiones, presidida por Eduardo Bieule, co-fundador de una entidad que hace apología de los militares detenidos por torturas, asesinatos y robo de bebés, a los que llama “presos políticos”, en consonancia con la prédica de Cecilia Pando.
  • Pedro Andereggen, abogado de la agrupación Cristo Sacerdote, que en 2004 pidió la censura de una muestra de León Ferrari, junto con la Agrupación Custodia, que hace unos años enfrentó con armas una Marcha del Orgullo Gay. Los líderes de Custodia, los hermanos Gristelli, tienen una librería que ha editado obras de autores como el asesino múltiple Miguel Etchecolatz y el ex-militar golpista Mohamed Alí Seineldín.
  • Cabildo, revista nacionalista, tradicionalista y católica, virulentamente antimarxista y antisemita, y hasta franquista (!), que dedicó su última tapa a los homosexuales.
Afortundamente, o no, el Congreso está realmente pensando en otra cosa (disputas de poder en preparación para la renovación legislativa del día 10 de diciembre) y Macri ya no puede volver atrás, por lo que el matrimonio de Alex Freyre y José María Di Bello, el primero de su tipo en toda América Latina, se llevará a cabo el día 1º de diciembre. No se esperan tormentas de fuego y azufre sobre Buenos Aires, aunque sin duda muchos de los fanáticos homofóbicos, encabezados por el Cardenal Jorge Bergoglio, rezarán por ellas.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Rom Houben, revisitado (A155b)

Hablábamos ayer de Rom Houben, de quien se creyó que estaba en estado vegetativo persistente (EVP) durante 23 años y a quien un neurólogo, el Dr. Steven Laureys, examinó con técnicas de imagen de última generación demostrando que su cerebro está activo, y el paciente consciente de todo lo que le rodea. En estos últimos días de ha montado una farsa mostrando cómo Houben comunica sus ideas por medio de pulsaciones en una pantalla táctil, “ayudado” por una asistente. Es dolorosamente obvio que quien escribe, probablemente sin saber que es parte de una farsa, es la asistente.

Como si esto no fuera terrible, los habituales legisladores autoproclamados sobre la vida y la muerte de los demás ya han comenzado a dar vueltas en círculo sobre la patética figura de Rom Houben. La agencia (des)informativa Zenit habla del “falso coma” de Houben elevándolo de excepción a regla, y el órgano de lobby de la derecha ultracatólica española HazteOír lo llama “paradigma de los errores médicos que sustentan las propuestas de eutanasia”. Según el Dr. Laureys, afirman, el 40% de los diagnósticos de estado vegetativo persistente podrían ser pacientes que están simplemente imposibilitados de comunicarse, plenamente conscientes, “encerrados” en sus cuerpos; de esto resulta que quienes favorecen la eutanasia, si se les diera rienda suelta, matarían sin piedad a muchísimas personas que están en realidad conscientes o que podrían estar recuperando la consciencia ahora mismo, mal que les pese a esos negligentes doctores pro-muerte —personas que incluso (¡vean a Houben!) podrían aprender a comunicarse con tanta soltura como cualquiera.

Sin temor ni decencia, ACI afirma directamente que “si Houben está con vida… es gracias a sus padres que se resistieron a aceptar que su hijo estaba en estado comatoso o vegetativo”, como si los padres de este pobre hombre hubieran montado guardia para evitar que una horda de partidarios de la eutanasia desconectara el soporte vital de su hijo. Los comentarios al artículo no son menos deprimentes por lo típicos: casi todos se refieren a la inmensa fe de los padres de Houben (una testarudez entendible pero insensata y desesperada), a la misericordia de Dios (¿misericordia es permitir que un hombre esté “encerrado” en su cuerpo 23 años?) y al poder último de Dios para decidir sobre el fin de la vida, contra las pretensiones humanas (aunque desde luego, la decisión de Dios sobre el tema sólo puede ser conocida a través de ciertos humanos privilegiados).

Ya dijimos que Houben no está comunicando nada realmente. Pero ¿percibe lo que ocurre? Aparte de unos cuantos análisis escépticos sobre el tema de la “comunicación facilitada”, encontramos en NeuroLogica, blog escrito por el neurólogo Dr. Steven Novella, serias dudas sobre si Houben está de hecho consciente. Ante todo, Novella aclara que las credenciales y la reputación del Dr. Laureys son intachables. Pero su afirmación de que cuatro de cada diez diagnósticos de EVP están errados se basa en un estudio del cual él es co-autor (y al cual este caso le dio mucha publicidad), y el estudio no dice que todos esos pacientes están plenamente conscientes y “encerrados”, sino que, de los pacientes diagnosticados por consenso clínico como en EVP, el 41% están, según otra escala de evaluación (que se supone mejor) en estado de mínima consciencia (EMC), y un 89% de los que tienen “diagnóstico incierto” también están en EMC. Un paciente en EMC tiene respuestas conscientes erráticas e inconsistentes, y se desconoce si puede sentir emoción alguna; tiene un pronóstico de recuperación mejor que quien está en EVP, pero la probabilidad de recuperación decrece rápidamente con el tiempo.

Más aún, la forma en que Laureys descubrió que Houben tenía el cerebro casi intacto fue, aparentemente, utilizando resonancia magnética funcional (fMRI). Este método mostró que la corteza cerebral, responsable de las funciones mentales superiores, estaba consumiendo glucosa a ritmo normal. Pero de esa constatación químico-física a asegurar que Houben está consciente hay mucho trecho; la única forma de saber esto último es por observación clínica directa y sin el sesgo que representa la opinión de la familia del paciente, deseosa de ver progresos. Fue la madre de Houben quien dijo haber observado signos de respuesta consciente y deliberada de su hijo; pero como bien señala Orac, la familia de Terri Schiavo también estaba convencida de esto (y en el caso de Schiavo no cabe duda que eso era totalmente imposible), y también, tristemente, encontró gente malintencionada que, para sus propios fines ideológicos, les ayudó a seguir creyendo que Terri no estaba más allá de toda ayuda.

Si la fMRI mostró la corteza cerebral de Houben en funcionamiento, los médicos deberán ser más cuidadosos en su diagnóstico. Deberán instituirse protocolos más estrictos para que los pacientes sean reevaluados con la mejor tecnología disponible a intervalos regulares. Los médicos deben estar dispuestos a reconocer que se equivocaron. Pero nunca deben dejarse influir por lobbies ideológicos (ni los pro- ni los anti-eutanasia) ni por los sentimientos de la familia del paciente.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Rom Houben, víctima otra vez (A155)

Rom Houben es un belga que se encuentra inmovilizado hace 23 años, debido a un accidente automovilístico que dañó su cerebro. En 2006 el Dr. Steven Laureys, neurólogo, estudió su cerebro con las técnicas de imagen más avanzadas y descubrió que Houben estaba consciente, “encerrado” en su propio cuerpo. Según su familia, Houben puede mover un pie y de esa manera responder preguntas de sí/no.

Hasta ahí los hechos. El asunto se enturbió cuando supimos, por las noticias propagadas (sin el menor análisis) por los medios de todo el mundo, que Houben ahora está tipeando palabras y frases completas y coherentes de a una letra por vez, con su dedo índice, en una pantalla táctil, con la ayuda de su cuidadora, la terapeuta Linda Wouters, que sostiene su mano y responde a los leves movimientos que Houben puede hacer con ella.

Esta “vuelta a la vida” ya ha sido apropiada por el lobby religioso y conservador que se opone a la eutanasia y al derecho a la muerte digna. Si una persona que todos creían un vegetal de pronto resulta estar consciente y más aún, lo demuestra físicamente con un gesto tan innegable como escribir en un teclado, ¿cómo vamos a matarla, o a retirarle su soporte de vida para que muera naturalmente?

El primer problema que surge es que, con toda probabilidad, la “comunicación” de Houben es un fraude, una cruel farsa (James Randi dixit) que quizá sea más trágica porque quienes la están perpetrando creen en ella. El método se llama comunicación facilitada (facilitated communication en inglés) y ha sido considerado poco confiable, pseudocientífico y éticamente incorrecto desde hace más de una década por la mayoría de los expertos en tratamiento de pacientes con disfunciones comunicativas. En una demostración clara del efecto ideomotor (el mismo que subyace la radiestesia o rabdomancia y la adivinación por medio de la Ouija o el ”juego de la copa”) en la cual el “facilitador”, convencido de que está sintiendo leves movimientos de la mano del paciente, inconscientemente la dirige hacia las letras del teclado que van formando una frase.

En los videos donde Houben parece estar escribiendo queda claro para un observador imparcial que es la facilitadora, no el paciente, quien hace todo el trabajo. En un ejemplo particularmente flagrante, Houben no mira a la pantalla mientras su mano es movida a gran velocidad por la facilitadora, y de hecho parece tener los ojos completamente cerrados. Los medios han colaborado con la farsa, según denuncia Randi, mostrando la operación con tomas literalmente sesgadas, en las que el ángulo de filmación hace ver que los ojos de Houben están en línea con la pantalla, cuando de hecho no lo están.

Houben además escribe mensajes lúcidos y coherentes, algo bastante dudoso para una persona que ha pasado 23 años en un aislamiento más cruel y absoluto que el de la peor cárcel, condiciones que volverían loco a cualquiera.

En todo caso, ¿a qué viene este artículo aquí? Las grandes religiones de Occidente se oponen total o parcialmente a la eutanasia, según sus diferentes clases (pasiva o activa, voluntaria o involuntaria). El Islam la prohíbe tajantemente, y la Iglesia Católica ha hecho de la lucha contra ella una bandera más de su cruzada contra los derechos humanos.

El hecho que la agencia ACI publica hoy la noticia, sin más comentarios, pero junto a una larga serie de artículos relacionados con la eutanasia. Un blogger católico laico proclama que este caso “pone contra las cuerdas las tesis proeutanasia” (otros piensan que, por el contrario, la posibilidad de que haya pacientes plenamente conscientes pero incapaces de moverse o comunicarse es un argumento en favor del derecho a decidir sobre la propia muerte). Un blog católico anti-aborto de aquí nomás, que se autotitulada “La Voz De Los Que No Tienen Voz” (refiriéndose sin duda a los embriones y fetos humanos), publica también la noticia, y otro dedicado a la “sacralidad de la vida humana” añade una grave admonición a reflexionar, ilustrada con una foto de osito de peluche que se ha cortado su propia cabeza con una tijera.

No tengo tiempo ahora para largas traducciones, pero a quienes lean inglés les dejo el artículo sobre facilitated communication en The Skeptic's Dictionary. La revista Wired es uno de los pocos medios que publican una versión escéptica de la noticia, tomando palabras de Arthur Caplan, director del Centro de Bioética de la Universidad de Pennsylvania, aparte de la apelación de James Randi a terminar con la farsa, que cité arriba.

Y me han quedado cosas en el tintero, pero ya viene siendo hora de cerrar.

martes, 24 de noviembre de 2009

Alerta Pseudociencias

Un compañero en la lucha contra la estupidez acaba de abrir un blog. El título se parece al de éste porque su inspiración es la misma, aunque enfocada en una dirección ligeramente distinta. Se llama Alerta Pseudociencias y sus objetivos declarados son:
  • Analizar, debatir y desmitificar los argumentos de disciplinas como la astrología o el estudio de los OVNIs.
  • Dar a conocer y poner en boca de todos la palabra pseudociencia, para fomentar el debate.
  • Denunciar y reseñar los daños que provocan las pseudociencias.
Le deseamos mucha suerte.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Aguer & Co. contra el matrimonio gay (A151i)

Nos llamaba la atención, pero no podía fallar: Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, finalmente abrió su inmunda boca para criticar el matrimonio entre personas del mismo sexo, anunciando con la truculencia habitual de los conspiracionistas que, tal como él había dicho,
“… ahora queda claro que la unión civil que ya se había aprobado en la Ciudad de Buenos Aires para personas del mismo sexo era sólo un primer escalón en este avance con el que se quiere llegar a la completa adulteración del orden familiar.”
 En un arranque de liberalidad que le hubiera merecido severas reprimendas a cualquier católico del montón, Aguer soltó: “¿Quién le impide a nadie elegir a quien se le ocurra para formar pareja y ser feliz con ella? Pero que a eso se llame matrimonio es otra cosa”, en referencia a los dichos del Jefe de Gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri. Aguer quiere pasar por tolerante, pero es inútil: todos sabemos que pertenece a una facción que, de estar en el poder, institucionalizaría la discriminación a los homosexuales que era habitual hasta hace poco en términos históricos (sin más, ¡en el Vaticano se les ha prohibido la entrada a los turistas gays!).

Efectivamente la unión civil es un escalón más de una larga subida hacia lo que Aguer llama “adulteración del orden familiar”. Bajo ese escalón está el divorcio vincular, que en Argentina sólo pudo lograrse hace veinte años; bajo ése, el matrimonio civil y el derecho a contraer matrimonio con personas de distinta religión (o de ninguna); por ahí andan también el derecho de las mujeres a no ser casadas por la fuerza y a no ser obligadas a tener todos los hijos que la naturaleza les envíe o que sus maridos pretendan, y el reconocimiento social y legal de que el concubinato no es inmoral y que los hijos de parejas no casadas no deben ser discriminados como “ilegítimos”. Todos estas conquistas fueron logradas a pesar de, y frecuentemente con feroz oposición de, la Iglesia Católica y de otras religiones y facciones conservadoras y tradicionalistas. ¿A alguien le cabe duda de que, así como subimos esos escalones, podemos ser forzados a bajarlos de nuevo por estos cruzados?

domingo, 22 de noviembre de 2009

María de la Humedad (A154)

La Virgen María ha aparecido en una pared de una casa en Bell Ville, provincia de Córdoba, Argentina. O al menos eso proclaman la dueña de casa, sus vecinos y un periódico donde nadie sabe lo que es la pareidolia.

Si bien no podemos pedirle mucho escepticismo a la pobre familia (pobre en lo económico y que además lo ha pasado mal de otras maneras), no estaría de más que el diario mostrara un poco menos de entusiasmo. El sacerdote local, Mario Guzmán, advirtió que “hay que ver si efectivamente se trata de una imagen o solo una mancha de humedad”, a pesar de que (no me cabe duda) sabe perfectamente que es una mancha de humedad, y le debe causar bastante gracia el revuelo causado.

El cura no quiso ser aguafiestas y no hizo nada, que sepamos, por impedir que multitudes venidas incluso de otras ciudades cercanas se congregaran a rezarle a la mancha. Y es que “esto no es más que la señal que mucha gente está buscando para reforzar su fé”, es decir: dejemos que el populacho crea lo que desea creer, que mal no nos vendrá.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Propensión

“El exceso de población es el motivo por el cual estoy a favor de la homosexualidad y el celibato del clero. La idea del celibato de los clérigos me parece especialmente buena porque tiende a eliminar cualquier propensión hereditaria al fanatismo.”

— Eleanor Arroway, protagonista de Contacto, de Carl Sagan

jueves, 19 de noviembre de 2009

Benefactores de la humanidad

El régimen de exención impositiva es de fácil obtención para cualquier organización religiosa. Las organizaciones que no son religiosas tienen que trabajar extra para demostrar que benefician a la humanidad. Recientemente establecí una fundación caritativa destinada a promover “la Razón y la Ciencia”. Durante las prolongadas, extremadamente caras y finalmente exitosas negociaciones para obtener el régimen de organización benéfica, recibí una carta de la British Charity Commission con fecha 28 de septiembre de 2006 que contenía lo siguiente: “No está claro cómo la promoción de la ciencia tiende hacia el mejoramiento mental y moral del público. Sírvase brindarnos evidencia de esto, o explique cómo se vincula al progreso del humanismo y el racionalismo.” De las organizaciones religiosas, por contraste, se asume que benefician a la humanidad sin que tengan ninguna obligación de demostrarlo e incluso, aparentemente, cuando están activamente comprometidas con la promoción de falsedades científicas.

— Richard Dawkins (The Greatest Show on Earth, apéndice)

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Cruzados anti-gay contra Macri (A151h)

Las críticas, advertencias y amenazas dirigidas a Mauricio Macri, Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, por su decisión de no apelar el fallo judicial que permitirá el matrimonio civil entre dos hombres, comenzaron con esa fuerza y esa soltura que sólo dan el hábito de la homofobia y la presunción:
  • El Arzobispado de Buenos Aires lanzó un comunicado diciendo que el fallo que permitiría el matrimonio refleja “un claro desapego a las leyes” y que es “absolutamente ilegal”. El desprecio de los obispos por las instituciones de gobierno (cuando no los favorecen) y su hipocresía llega al punto de citar tratados internacionales supuestamente opuestos al fallo (la Iglesia rechaza las partes de los tratados internacionales que hablan de derechos reproductivos y de la no discriminación a minorías sexuales.)
  • La pomposamente nombrada Comisión de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Argentina secundó (¡qué sorpresa!) al arzobispado de Buenos Aires en su pronunciamiento anti-derechos, poniendo como escudo el bienestar de la familia argentina que, de alguna extraña manera no especificada, sufriría los efectos del matrimonio homosexual.
  • La Facultad de Derecho de la Universidad Católica Argentina sigue la misma línea, balbucea algo sobre la competencia de la jueza que autorizó el matrimonio, y saca a pasear el cuco del relativismo. De manera reveladora, al reporte citado en AICA se le escapa la palabra sodomitas, que proviene, como todos sabemos, del nombre de la ciudad bíblica que Dios, en un arranque de justicia, destruyó (con niños, mujeres, ancianos y todo lo demás) porque en ella había demasiados homosexuales.
  • Un ciudadano privado, Jesús María Silveyra, dirigió una carta abierta a Macri recordándole la definición etimológica de la palabra matrimonio, que (según su lógica) debería entenderse como un contrato en el que una mujer se obliga a tener hijos con su esposo. Silveyra además pretende que un juez no puede tomar esa decisión sino que debería consultarse al pueblo (citando el caso de la Proposición 8 en California). (Para darse cuenta de por qué no debe ser así, imagine el lector lo que hubiera ocurrido si el fin de las leyes de segregación racial en el sur de Estados Unidos, en los años ’60, hubiera sido dejado en manos de la mayoría en referendum.)
  • Un abogado denunció que la jueza Seijas, que falló a favor del matrimonio entre dos hombres, es incompetente para hacerlo. Desconozco si es así. La Corte Suprema deberá determinarlo, pero por lo pronto ya tiene dos casos particulares en espera.
  • Nuestros amigos los Abogados Católicos (cuyas posturas homofóbicas ya conocemos) tronaron “¡relativismo moral!”, “¡pragmatismo hedonista!” contra Macri, acusándolo de favorecer la “desintegración de la familia” y vinculando esta tendencia a la drogadicción, el terrorismo, el aborto y la eutanasia (!). Nunca entenderemos por qué “el derecho de cada persona a elegir libremente con quien formar pareja y ser feliz” (Macri dixit) es tan peligroso, pero estaremos atentos.
Les dejo el video que grabó Macri. No es un estadista, ni mucho menos, pero por una vez decidió como debía.


martes, 17 de noviembre de 2009

Otra historia del matrimonio en Argentina

Ésta es otra historia sobre el matrimonio y la religión. Era el comienzo del gobierno de Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires. Todo iba bien entre la comunidad angloparlante (británica y norteamericana) y la población nativa de la ciudad, que se mantenían pacíficamente aparte e indiferentes una de otra, hasta que…
… Esta atmósfera de paz insular fue alterada por uno de los más grandes escándalos de la colectividad. Todo comenzó cuando William Torrey, un ministro presbiteriano norteamericano que había llegado a Buenos Aires en 1822, ofició la ceremonia de bodas de Samuel Fisher Lafone, un rico comerciante anglicano, con María Quevedo y Alsina, católica romana, en 1832. Lafone había nacido en Liverpool en 1805, y había llegado a la Argentina en 1825.

Antes de 1832 había habido matrimonios entre protestantes y católicos, con la necesaria dispensa papal o sin ella, según el vigor de las convicciones de las familias involucradas. Estos matrimonios quedaban en general bajo la protección teórica del Tratado de 1825 entre Gran Bretaña y la Argentina, por el cual se establecía que habría tolerancia para las denominaciones distintas de la religión católica romana oficial. Cuando los involucrados no se preocupaban por formalidades religiosas, éstas eran superadas rápidamente en arreglos privados con el cura. Pero la disputa dentro de la familia Quevedo, comerciantes ricos y tradicionalistas, se hizo pública porque el padre de la novia desautorizó el matrimonio con un "pagano".

En junio de 1832 el obispo Mariano Medrano repudió públicamente el matrimonio Lafone-Quevedo. Acusó a los protestantes de ser bígamos que dejaban a sus familias en Europa para venir a Buenos Aires, y una vez en Sudamérica seducían a doncellas nativas. Era obvio que el obispo había sido informado del matrimonio de María por el padre de ésta, y aun si el repudio sonaba exagerado, fue aceptado por una sociedad prejuiciosa en una ciudad chica. Lafone, cuando se lo interpeló después de la boda, y mientras crecía el escándalo, se negó terminantemente a convertirse para casarse y, como miembro firme de la Iglesia de Inglaterra, no veía ninguna necesidad de dispensa.

El 2 de julio una corte criminal dictó sentencia contra María Quevedo y su madre, Manuela Alsina, y les ordenó pasar un mes en un convento, la Casa Pública de Ejercicios, por su trasgresión. La sentencia pareció especialmente severa para los recién casados, pero el castigo no se detuvo ahí. Lafone y Torrey fueron finalmente multados en mil pesos. Los testigos de la boda, la suegra Manuela Alsina, el comerciante norteamericano Charles Ridgely Horne, el hermano del novio, Alexander Lafone, y un periodista francés, Alfred Bellemare, fueron multados cada uno en quinientos pesos. Además, Lafone, su hermano, Bellemare, Horne y Torrey recidieron orden de salir del país, por decreto fechado el 20 de agosto. Los cinco hombres fueron retenidos bajo arresto hasta que pudiera efectuarse su expulsión. La decisión de la corte había anulado el matrimonio y ordenado que el novio abandonara su religión si quería seguir en el país y casarse con la mujer.
La historia terminó bien a pesar de todo. La diplomacia británica estaba fuera de sí, y poco después el gobernador Rosas emitió un perdón general, liberando a todos los imputados. La dispensa papal tardó, pero el matrimonio finalmente se pudo realizar un año después, en la Iglesia Episcopal Británica. La pareja le dio al país un hijo que se distinguió como industrial, humanista, arqueólogo, etnógrafo y lingüista.

Sirva esta historia (que es una de muchas, sin duda — ésta sólo nos ha llegado porque sus protagonistas eran ricos y famosos) como ejemplo de lo que ocurre cuando se dejan las instituciones básicas de la sociedad en manos de una religión cerrada e intolerante, como lo son todas las religiones cuando pueden.

El texto es del libro La colonia olvidada — Tres siglos de habla inglesa en la Argentina, de Andrew Graham-Yooll (1ª edición en español, Buenos Aires, Emecé Editores, 2007).

lunes, 16 de noviembre de 2009

Matrimonio gay por excepción (A151g)


Foto: La Nación
Seguimos con la saga del matrimonio homosexual en Argentina. Como ustedes saben (si estuvieron informándose), a pesar de existir una opinión pública favorable a la modificación del Código Civil para permitir el matrimonio sin distinción de sexos,  la postura ultraconservadora e ignorante de los grupos católicos y evangélicos cristianos organizados pudo más, y la cobardía típica de nuestros políticos pudo más: además de la oposición de derecha (de la que no se esperaba otra cosa), el kirchnerismo, partido mayoritario y supuestamente “progresista”, no dio quorum en las comisiones de la Cámara de Diputados y el debate debió posponerse por segunda vez. El año que viene el nuevo Congreso tendrá una composición aun mayor de conservadores, o al menos eso parece (las lealtades políticas e ideológicas son notoriamente fluctuantes en Argentina), y en él la prédica homofóbica de la mayoría de las sectas cristianas encontrará más eco.

No obstante, el debate se “filtró” fuera de las paredes del edificio legislativo y ocurrieron sorpresas. La primera, la mayor, fue que una pareja de hombres homosexuales, que han estado conviviendo por un buen tiempo y que habían intentado casarse por civil, recibieron la buena noticia:
La jueza Gabriela Seijas, del fuero Contencioso Administrativo de la ciudad de Buenos Aires, declaró en su fallo la inconstitucionalidad de los artículos 172 y 188 del Código Civil “en cuanto impiden que los señores Alejandro Freyre y José María Di Bello puedan contraer matrimonio”. El artículo 172 es el que establece que para el casamiento es necesario el consentimiento de “un hombre y una mujer”. El 182 fija la famosa fórmula de “los declaro marido y mujer”.
La segunda sorpresa fue, contra las expectativas de todos, el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires decidió no apelar el fallo judicial, con lo cual (en teoría) la pareja podría contraer matrimonio el próximo 1º de diciembre. El Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, dijo en cámara: “He tomado esta decisión porque privilegio la libertad y el derecho de cada uno a decidir aquello que lo hace más feliz”, no sin antes notar que había pasado por un gran debate interno. Supongo que sus maestros del Colegio Cardenal Newman y sus profesores de la Universidad Católica Argentina deben haber quedado algo desconcertados, al igual que la mayor parte de sus correligionarios, no menos que los que se le oponen políticamente.

Desconozco si la decisión provino realmente del convencimiento interno de Macri o del de sus asesores de imagen, aunque seguramente tuvo que ver con la probabilidad (casi cierta) de que su interferencia instigaría otra manifestación de protesta, similar a las muchas que han entorpecido el tráfico de Buenos Aires en los últimos días (aunque seguramente más colorida). Como sea, imagino que sus secretarios habrán tenido que desviar innumerables llamadas de VIPs, desde el Cardenal Jorge Bergoglio (confesor de la ex-Vicejefa de Gobierno) hacia abajo.

Postdata: como era de esperarse, la Iglesia Católica ya comenzó la contracampaña [si el link no funciona, hay una captura de pantalla disponible]. En AICA también se hacen eco. Es casi increíble la necesidad que tienen estas personas de impedirle a los demás ser felices...

domingo, 15 de noviembre de 2009

La Iglesia contra la planificación familiar en Guatemala (A153)

Ésta es una historia repetida pero no por eso vamos a omitirla aquí. En Guatemala se está luchando hace tiempo por una Ley de Planificación Familiar que dé a las familias, y especialmente a las mujeres pobres, la posibilidad de decidir con quién, cuándo y cuántos hijos desean tener. Esta libertad es anatema para la Iglesia Católica y para las sectas fundamentalistas evangélicas que allí pululan, que consideran a la mujer como mera parte (y no la más favorecida) de la maquinaria de reproducción de la especie favorita del Señor.

La ley salió del Congreso en 2005 y fue vetada por el presidente Óscar Berger, advertido severamente por la Iglesia Católica y por iglesias y organizaciones evangélicas. El veto fue rechazado por una mayoría de 3 a 1 de los legisladores. La ley fue impugnada ante la Corte de Constitucionalidad (CC) de Guatemala, por los obispos y por organizaciones cristianas, en repetidas ocasiones, que optaron por la victimización y por las acusaciones que ya hemos visto en otras ocasiones (que es un ataque a la libertad religiosa no permitir a las escuelas enseñar falsedades sobre los anticonceptivos, que es un ataque a la libertad de los padres de indoctrinar a sus hijos, etc.). El Consejo de Acceso a Anticonceptivos, que debía ser creado, no pudo serlo porque una organización “Provida” y diversas iglesias interpusieron siete recursos de inconstitucionalidad contra la norma, alegando, entre otros puntos, que “incitaba al aborto”.

Aunque la CC accedió al principio, estos recursos fueron rechazados uno tras otro. Se llegó a 2009 sin que la ley fuera reglamentada (ésta es una táctica de dilación común cuando los gobiernos son renuentes a implementar políticas que fueron aprobadas por sus legislaturas), mientras que más y más mujeres guatemaltecas sufrían a causa de embarazos no deseados y morían por complicaciones y abortos ilegales.

No obstante la cosa avanzó, y finalmente a mediados de este año el CC dio vía libre a la Ley de Planificación Familiar. La Iglesia no se amedrentó: la Conferencia Episcopal de Guatemala emitió un documento condenatorio [PDF] y ha llamado a los padres de familia a desobedecer la ley en lo que se refiere a la educación sexual y reproductiva que debe, según el reglamento, impartirse en las escuelas desde el nivel primario. El argumento fue que los padres tienen derecho a educar a sus hijos según sus convicciones (o sea, según sus prejuicios y su ignorancia) en materia sexual.

Este derecho debe habérseles olvidado a los obispos guatemaltecos cuando, en 2007, presentaron una guía de educación sexual para padres y maestros, orientada a niños de primero a tercer año de primaria, pensando en su futura implantación en los colegios católicos. Ya sabemos que la Iglesia tiene una visión algo vacilante en estos temas, quizá producto de su muy reciente aceptación formal de la libertad de expresión y de otros derechos fundamentales.

La Iglesia y los conservadores en general suelen advertir que la educación sexual y el acceso a los medios de prevención de embarazos no deseados despiertan el “morbo” de los jóvenes y los alientan a tener sexo. Contra esta concepción equivocada se está luchando también en Guatemala; y antes que nos enfoquemos en ese país, pensemos con cuánta reticencia y con cuánto morbo se habla todavía en nuestros países, en nuestras sociedades y familias, del sexo y de la actividad sexual de los jóvenes. Está comprobado que los jóvenes experimentan con el sexo, estén preparados o no, y que los resultados de la ignorancia sexual suelen ser terribles.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Uniones de hecho en Chile (A152)

En Chile se está hablando hace un tiempo de la formalización legal de las “uniones de hecho”, es decir lo que aquí llamamos uniones civiles. Los colectivos homosexuales, incluyendo la Brigada Gay del Partido Socialista (juro que no estoy inventando el nombre) ya se lo pedían a Michelle Bachelet antes de que fuera elegida presidente, con el apoyo de Pedro Zerolo, activista español de los derechos homosexuales (el mismo que anduvo hace poco por Argentina, hablando a favor del matrimonio homosexual en la Cámara de Diputados).

Por una de esas casualidades, un proyecto de reconocimiento de las uniones de hecho, incluyendo tanto las de parejas heterosexuales como las del mismo sexo, está siendo debatido en la Cámara de Diputados del Congreso chileno; y previsiblemente la Iglesia Católica está en contra, con los argumentos más ridículos de su repertorio.
  • Que no pueden “permanecer indiferentes ante una legislación que disminuye el valor y el sentido del matrimonio”: ¿no es al revés? En el pasado reciente y aun ahora en algunos lugares, muchas parejas se casan porque la sociedad ve con malos ojos el concubinato, o porque la mujer se quedó embarazada, o por simple presión de los padres. ¿Eso no es desvalorizar el matrimonio? La unión de hecho reconocida puede ser una etapa definitiva para parejas que no consideran valioso el matrimonio y que por lo tanto no “merecen” casarse, o puede ser un paso intermedio, útil para conocerse, en preparación para el matrimonio.
  • Que “correspondería más bien alentar a los jóvenes a casarse y promover que aquellos que han optado por una convivencia regularicen su situación viviendo en matrimonio”: ¿alentar a casarse? ¿Para qué? ¿Para aumentar las ganancias de los abogados que tramitan divorcios, a causa de parejas que no pensaron lo suficiente antes de contraer matrimonio? ¿Para incrementar el sufrimiento de las parejas que descubrieron demasiado tarde su incompatibilidad? El matrimonio no es para cualquiera. La convivencia no es una situación “irregular”, sino una forma de pareja que todos, salvo los creyentes más recalcitrantes, han aceptado en la sociedad.
  • Que el matrimonio “contribuye al bien de la sociedad y no sólo se ocupa de intereses privados de los que lo contraen”: ¿según quién? El matrimonio es un contrato privado que el Estado se compromete a honrar reconociendo ciertos derechos a los contrayentes. Si el derecho y la tradición dicen otra cosa, es hora de cambiar la ley y descartar la tradición. En clave bíblica podríamos decir que el sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. El matrimonio, como todos los contratos, ciertamente contribuye a dar una estructura y un orden a las interacciones sociales, pero ése es un argumento a favor, no en contra, de permitir aunque sea una unión civil reconocida a las parejas homosexuales, que hoy en día están en un limbo legal.
Los fanáticos católicos exhiben, más que intolerancia, una falta total de empatía, que llega a ser preocupante. Los creyentes de otras sectas cristianas suelen recurrir a argumentos bíblicos para negarles a los homosexuales y a las parejas de hecho sus derechos; los católicos en cambio redefinen la realidad como “lo que la Iglesia dice” y reescriben las leyes del universo para que se conformen con sus dogmas:
Quienes promueven dar carácter legal a las uniones de hecho, tanto entre personas del mismo sexo como de sexo opuesto, no saben qué es ser hombre y mujer y qué significa el matrimonio.
¡No me digas! Claro que no sabemos qué es ser hombre y mujer. No sabemos qué es ser humano. La filosofía lo discute, lo piensa y re-piensa, desde sus inicios. Que el viejo Ratzinger y sus seguidores tengan una idea formada e inflexible no quiere decir que todos tengamos que aceptarla. ¿Qué significa el matrimonio? Significa exactamente lo que la ley, por un lado, y la cultura, por el otro, hacen que signifique.

Otra perla más de este blog católico:
Las políticas públicas no pueden pensarse a partir de las minorías o de personas en situaciones especiales: han de pensarse para la mayoría y para lo que es mejor para el país.
Esto es casi como de libro, el argumento habitual de quienes pertenecen a una sociedad dividida y están del lado bueno de la divisoria (apuesto lo que sea a que este discurso no se encuentra entre los católicos de la India, de Pakistán o de China, que son una minoría frecuentemente perseguida). La medida de una sociedad justa es cómo trata a sus minorías. Cabe plantearse, entre paréntesis, si realmente estamos hablando de “personas en situaciones especiales”: una ley de uniones de hecho no sólo beneficiaría a los homosexuales sino a las parejas de hecho heterosexuales, que en Chile han aumentado bastante, y a los hijos de esas parejas (en 2008 sólo el 30% de los niños nacieron dentro de un matrimonio, según expuso la diputada Ximena Vidal al advertir sobre el lobby conservador contra la ley).

Recomiendo leer completo el artículo de la revista Capital que cito arriba, porque es toda una exposición de los argumentos falaces, de los prejuicios y de la ideología cerrada del conservadurismo católico, como pocas veces he visto tan claros.

Aquí en Argentina, donde todavía no tenemos una ley nacional de uniones de hecho, esperamos ansiosamente noticias desde el otro lado de los Andes...

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Breve historia del matrimonio argentino

Hago una breve pausa en las noticias sobre el proyecto de matrimonio homosexual que se está debatiendo en Argentina para que retrocedamos en el tiempo. No para salir del tema, sino para profundizarlo, porque resulta que no es la primera vez que la Iglesia Católica se opone a una ampliación de la ley que regula los matrimonios, con tácticas sucias y con argumentos espurios.

Como todos sabemos desde la escuela, la “Generación del 80” fue una época de avance de la laicidad en Argentina. En ese marco fue que se dictó la primera ley de matrimonio civil, a nivel provincial, durante el gobierno de Nicasio Oroño en Santa Fe, en septiembre de 1867.

El intento duró poco: el obispo de Paraná,* José María Gelabert y Crespo, anunció en una pastoral que Oroño había incurrido en la pena de excomunión, y ordenó a los párrocos que no celebraran la ceremonia religiosa de las parejas que previamente se hubieran casado en el Registro Civil. El 30 de diciembre, opositores a la ley pusieron un ejemplar de la misma en un cuadro y la “fusilaron”, frente a una multitud, en una plaza. El gobernador pidió a la justicia que procesara al obispo por subversión del orden público. Varios sacerdotes fueron arrestados. A comienzos de 1868 comenzó una revuelta, que con el pretexto de luchar contra la masonería y el secularismo terminó haciendo renunciar a Oroño. Al año siguiente, bajo el gobierno de Mariano Cabal, la nueva legislatura derogó la ley.

* En ese entonces la diócesis de Paraná (con sede en la capital de Entre Ríos) incluía la ciudad de Santa Fe, capital de la provincia del mismo nombre, situada al otro lado del río Paraná. La actual diócesis de Santa Fe fue creada recién en 1897. Paraná fue elevada a arquidiócesis en 1934.

Recién veinte años después, en 1888, se modificó el Código Civil instaurando el matrimonio civil, sin distinción de religión (o ausencia de ella) de los cónyuges. Antes de eso, el Código de Dalmacio Vélez Sársfield notaba explícitamente que para los católicos no era admisible el matrimonio civil; reconocía efectos civiles a los matrimonios oficiados por cualquier religión (en teoría), pero dejaba fuera a los no creyentes. En la práctica, es de presumir que dejaba fuera a todo aquel que no perteneciera a una religión mayoritaria y reconocida. El Código modificado eliminó este efecto civil del matrimonio religioso, tomando como legalmente válida sólo la ceremonia civil.

Es curioso ver cómo, incluso en tiempos modernos, algunos todavía defienden la discriminación de los no creyentes en este sentido: en El laicismo y la Ley de Matrimonio Civil, artículo publicado en 1995 por el Instituto de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica Argentina, se acusa al matrimonio civil de ser una solución ideológicamente forzada para un problema que podría haberse buscado “por medios menos conflictivos”, vale decir, permitiendo que los sacerdotes siguieran usurpando el poder jurídico del estado y dejando para los no creyentes (y para todos los que no quisieran someterse a los requerimientos de una religión determinada para casarse) un matrimonio civil que no sería, a los ojos de la mayoría religiosa, otra cosa que un estatuto de segunda clase, toda vez que los no casados por iglesia eran vistos por la sociedad como simples concubinos.

Como en el caso del matrimonio de personas del mismo sexo, la ley de matrimonio civil fue denunciada como un ataque a la familia, a la tradición y a las mismísimas bases de la cultura y la sociedad, y quienes inicialmente se casaron por civil fueron señalados por sus vecinos católicos de ser parejas de hecho —cualquier cosa menos verdaderos esposos. Se dijo (¡se decía en 1995!) que para los católicos sólo era válido el matrimonio religioso, que el estado estaba “absorbiendo el matrimonio y despojándolo del carácter natural de sacramento regido por la ley divina”, y que la institución del matrimonio civil era una abrogación del derecho de los católicos a casarse por iglesia.

Aquí estamos, no obstante, 121 años después, y los curas siguen casando a la gente, y todos, o casi todos, han aceptado sin problemas que las parejas deben pasar antes por el Registro Civil, porque el casamiento por iglesia es ante la comunidad de los creyentes y ante su dios (si se digna existir para ser testigo), pero es sólo el civil el que le da una mínima seguridad legal a los cónyuges y a su descendencia, si la desean.

Cuando en 1954 el gobierno peronista aprobó una ley de divorcio vincular (es decir, un divorcio que extinguía el vínculo matrimonial, además de legalizar la mera separación), además de quitarle a la Iglesia la educación religiosa en las escuelas públicas y otros privilegios, la arremetida fue feroz. La Iglesia contribuyó decisivamente en la campaña para derrocar a Juan Domingo Perón, que comenzó abiertamente con la procesión de Corpus Christi de 1955, convertida en una verdadera manifestación opositora golpista (que el integrismo católico todavía añora). En 1956, un año después del golpe de estado, la ley de divorcio fue derogada por el gobierno de facto.

Una nueva ley de divorcio vincular fue finalmente aprobada en 1987, durante el primer gobierno de vuelta a la democracia (presidido por Raúl Alfonsín), cosechando las tremebundas advertencias eclesiásticas que ya nos resultan familiares: que las familias iban a desaparecer, que la sociedad iba a derrumbarse... Después de un período de muchos divorcios, que no eran más que la formalización de innumerables separaciones de hecho preexistentes, el vendaval pasó, y ya casi nadie en la Iglesia (mucho menos fuera de ella) se preocupa por la cantidad de divorcios que hay en Argentina, que no es ni insignificante ni catastrófica. El divorcio es un problema para la Iglesia sólo porque muchísimos de los católicos que aportan su presencia y sus donaciones a los templos, y que educan a sus hijos en escuelas católicas con jugosas cuotas mensuales, son divorciados y vueltos a casar por civil, y no hay una manera sencilla de decirles, sin ofenderlos, que están en pecado mortal sólo por haber vivido su vida amorosa como les resultó mejor.

martes, 10 de noviembre de 2009

Matrimonio gay: indiferentes, cobardes e hipócritas (151f)

Noticias desde el frente de batalla. La Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans está denunciando que los diputados del Frente para la Victoria planean no dar quorum hoy en las comisiones de la Cámara donde se debe votar un dictamen para debatir el proyecto de modificación del Código Civil para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo. El debate se había suspendido la semana pasada por este mismo motivo, luego de una serie de exposiciones a favor y en contra del proyecto, de un comunicado del Episcopado negando absolutamente la posibilidad del matrimonio gay y de declaraciones como la de Baldomero Martini, obispo de San Justo: “las uniones homosexuales no son ni podrán ser nunca un matrimonio, sino más bien todo lo contrario, un verdadero antimatrimonio.”

Bruno Bimbi, activista y blogger de la comunidad homosexual, revela que el gobierno encargó una encuesta que “indica que el 66,3% de los argentinos está a favor de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo y que el 57,3% de quienes afirman profesar la religión católica apostólica romana rechaza la actitud de la Iglesia frente al tema.” Aunque el Jefe de Gabinete Aníbal Fernández admitió haber pasado de la oposición a la aprobación, el gobierno en sí no ha dado muestras en ese sentido. El partido kirchnerista ha sido cuidadosamente ambiguo; el jefe del bloque de diputados, Agustín Rossi, dijo por un lado que “cada diputado actuará de acuerdo a su opinión personal”, y a continuación aclaró: “mi posición personal será la posición que adopte el bloque” (!). (Vale la pena leer todo el artículo, que da otros detalles jugosos e indignantes.)

En una nota enojadísima, titulada Consenso y pelotas, que aparece hoy en Crítica, Bimbi se despacha con razón contra quienes miran para otro lado ante el reclamo:
Si en vez de putos fuéramos ruralistas, la Marcha del Orgullo habría salido por todos los canales en vivo y en directo. Hubo más de 50 mil personas y no había un solo micro estacionado por el centro, ni revistas repartiendo velas como para el falso ingeniero, ni De Angeli con un megáfono en la ruta, ni los caciques del conurbano poniendo todo el aparato. No hablaban Néstor ni Biolcati ni el pastor Palau ni cantaba Shakira. ¿Cuán seguido se juntan 50 mil personas, de a pie, llegando solitos y solitas con sus cuerpos? De eso se trata: de un acto político de visibilidad, de poner el cuerpo. La manifestación más masiva que hay en Buenos Aires desde el conflicto del campo, para los noticieros, no existió.
Bimbi sigue dando detalles de cambios de opinión a último momento de diputados que, hay que decirlo, tienen tan pocos conocimientos sobre el tema como convicciones firmes, y de cómo el gobierno de Kirchner, que se ha publicitado siempre como progresista y pro-derechos humanos, se ha mantenido en un cobarde silencio ante los ataques discriminatorios destinados a torpedear el proyecto de matrimonio homosexual.

Esperaremos hasta más tarde a ver si la cosa progresa o si, como es lamentablemente de esperarse, la pusilanimidad y la presión religiosa triunfan.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Linkeado por el enemigo

Para mi sorpresa, Alerta Religión ha sido linkeado desde un blog ultracatólico llamado La Santa Madre Iglesia, de ésos llenos de latines, santos de estampita, vírgenes medievales y diatribas en castellano arcaico contra el modernismo, y presidido por un tenebroso Benedicto XVI.

No se me ocurre cómo un vínculo a este blog ateo e irreverente ha podido caer allí, ya que, a diferencia de este blogger, los soldados internautas del Vaticano nunca, nunca, dejan links que permitan acceder a visiones alternativas u opuestas a las suyas — no vaya a ser que a alguno se le caigan las anteojeras, supongo. ¿Habrá sido porque su título contiene la palabra “religión” y porque habla últimamente mucho de homosexualidad, tema que comprensiblemente obsesiona a muchos de los santos varones de la Iglesia? Si hubiera sido un blog argentino, podría haberse colegido que el último artículo, sobre el gobernador kirchnerista Jorge Capitanich, hubiese captado la mirada distraída del recopilador, ya que los integristas argentinos odian a Néstor y Cristina Kirchner y a todos los que los sirven (y Capitanich entra en esa categoría sin problemas). Pero se trata de un blog chileno.

Como no espero que Alerta permanezca mucho tiempo en la lista de La Santa Madre Iglesia (salvo distracción imperdonable de quien la mantiene), tomé una captura de pantalla para la posteridad. Si acaso algún católico recalcitrante llegara aquí por esa vía, sepa que es bienvenido: si su cerebro no está demasiado dañado por la indoctrinación, haremos de él un ciudadano pensante.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Capitanich, genuflexo (A151e)

En otro capítulo de la saga del matrimonio homosexual en Argentina, el gobernador de la provincia de Chaco, Jorge Capitanich, dio una vez más demostración del lugar que ocupan la ley y la soberanía popular en sus prioridades e hincó la rodilla frente a la reacción católica.
“Quiero darles mi más firme convicción como católico practicante que nosotros, tanto en el liderazgo político que podemos ofrecer desde el punto de vista de nuestro bloque y en ejercicio del Poder Ejecutivo, no compartimos ninguna de esas iniciativas, de manera tal de garantizar a todos los ciudadanos chaqueños que no vamos a alentar este tipo de proyectos. Muy por el contrario expresamos nuestra firme convicción de estar en contra de iniciativas de esta naturaleza.”
Como reporta ACI Prensa, “el gobernador hizo esta afirmación después de recibir el petitorio de miles de chaqueños en una multitudinaria marcha a favor de la vida y la familia”, términos que como sabemos hace rato que no significan otra cosa que “contra los gays, los anticonceptivos y el aborto”. El artículo pretende hacernos creer que se trató de una movilización espontánea, es decir, que la maquinaria eclesiástica no tuvo la intervención que obviamente tuvo en su organización, y que Capitanich dijo lo que pensaba y no una respuesta armada para satisfacer a los representantes de la caverna.

Puede sonar artero mencionar que la provincia del Chaco es una de las más pobres del país, con tasas de indigencia y desnutrición infantil horrorosas (por más que el instituto de estadísticas las falsee), y cuyo medio ambiente devastado por la destrucción del monte nativo ha expulsado y continúa expulsando a muchos de sus pobladores hacia otras provincias, sin que ninguna “manifestación espontánea” de “miles” de católicos chaqueños haya reclamado jamás al gobernador que haga algo por esta situación, que ciertamente amenaza la vida y las familias de muchos de sus hermanos.

Resulta comparativamente menor mencionar que Capitanich está en trámite de divorcio, práctica no muy consistente con su catolicismo, después de que su mujer (una completa inútil que él colocó como ministra de Salud y luego hizo elegir como diputada) perdiera la chaveta y estrellara una camioneta del gobierno provincial contra su propio ministerio al recibir noticia de su despido.

No debería ser poco significativo, en cambio, para estos católicos preocupados “por la vida y la familia”, que Capitanich sea un notorio camaleón político. Éste es el hombre que fue Jefe de Gabinete de Eduardo Duhalde, quien instituyó retenciones (impuestos a la exportación de granos), y que en 2003, apenas terminado el mandato de Duhalde, firmó un documento pidiendo la abolición total de dichos impuestos, para sumar en 2008 su apoyo incondicional al proyecto de elevar considerablemente las susodichas retenciones, presentado por el gobierno de Cristina Kirchner, cuyo antecesor y esposo fue electo gracias a Duhalde y que a su vez lo traicionó en cuanto llegó al poder... Las delicias de la política argentina, que les dicen. Si las convicciones religiosas de Capitanich son como las políticas, poco pueden esperar los católicos chaqueños.

Tendremos que esperar a ver, en todo caso, ya que el proyecto de modificar el Código Civil para incluir las parejas del mismo sexo en el derecho al matrimonio no ha recibido el apoyo explícito del peronista Frente para la Victoria, partido del gobierno y amplia mayoría. El peronismo no tiene mucho que se pueda llamar ideología, por lo que en este asunto podría darse un voto dividido. Por lo pronto el arranque no resultó bien, ya que los diputados kirchneristas no se pusieron de acuerdo en las comisiones de discusión, y el proyecto no pudo ser votado.

sábado, 7 de noviembre de 2009

La tradición contra el matrimonio gay (A151d)

Las compuertas se abrieron y los rechazos de origen religioso al proyecto de permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo en Argentina empezaron a aparecer. Lo cual es muy bueno, porque de vez en cuando la sociedad necesita ver la podredumbre y oler el hedor de esa caverna. Católicos y evangélicos ya sacaron a pasear su homofobia en comunicados varios, y la discusión va y viene sin que realmente nadie se escuche, porque de un lado está la realidad y la sensatez y del otro la rigidez del fundamentalismo y del dogma.

(No me gusta emplear la palabra dogma fuera de su significado técnico más estricto, pero hago esta excepción porque parece que estar en contra de los derechos de los homosexuales —y de todo lo que no sea sexo monógamo heterosexual procreativo— se ha transformado en un dogma de facto para los católicos devotos y los evangélicos de la mayoría de las denominaciones. Hago también la salvedad de que no todos los rechazos al proyecto son de origen explícitamente religioso, aunque es difícil, en los casos dudosos, no encontrar rastros de religiosidad cultural en la raíz de la homofobia.)

La Nación sigue cubriendo el tema, ahora con una nota interesantemente ambigua, pendular, titulada Frente a las puertas de Adán y Eva, firmada por Diana Cohen Agrest (doctora en Filosofía y magister en Bioética, para variar alguien que sí sabe de qué habla). Como contrapartida, en la sección Cartas de lectores hay una breve misiva titulada Matrimonio gay (hay que bajar manualmente para encontrarla en la página) escrita por el apologista de los criminales militares Alberto Solanet, donde directamente cita al Génesis (¡el Génesis, por Dios!) y acusa a los legisladores de colaborar con “la obra demoledora de los valores morales sobre los que se asienta la sociedad argentina”.

Solanet, que es abogado, preside la Corporación de Abogados Católicos, que aparentan una constante preocupación por la alteración del estilo tradicional de vida de Argentina, lo cual los lleva a repudiar todo avance de los derechos de las minorías sexuales. Efectivamente, la cultura local tradicionalmente ha discriminado a los homosexuales, a las mujeres, a los judíos, a los negros, a las personas con rasgos indígenas, etc., y sus altos estamentos están poblados de personas que consideran que Argentina estaría mejor si fuera una dictadura benévola bendecida por la Iglesia. Nuestra tradición, que rescata el valor de la amistad y de la unión de las grandes familias, también deja florecer ampliamente el nepotismo y el amiguismo.

Argentina nunca funcionó como país en gran medida porque a esta colonia de la decadente y fanáticamente católica España el liberalismo le llegó tarde y le duró poco, antes de que la Iglesia y el Estado se unieran de nuevo para producir una seguidilla de dictaduras, todas ellas muy respetuosas de la tradición y del orden moral cristiano... con excepción de los inevitables disidentes exiliados, torturados, muertos o “desaparecidos”. Lo mejor que podría hacer Argentina es deshacerse de su tradición, porque con ella nunca ha sido una nación próspera ni inclusiva.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Matrimonio y heterosexualidad (A151c)

Siguiendo con el tema del matrimonio homosexual en Argentina, me cuentan que el roce de La Nación con el progresismo fue breve; el diario publicó hoy una editorial no firmada con el título Matrimonio y heterosexualidad que reitera los cansadísimos argumentos de la “ley natural” y la tradición histórica, cuidando de no hacer referencia alguna a la divinidad ni a la autoridad de los funcionarios eclesiásticos, pero cuyo uso del lenguaje no deja lugar a dudas sobre el lugar de donde proviene (la pronta aprobación del proyecto “obliga a considerar los esencialísimos valores de carácter moral y de orden natural que podrían resultar afectados”).
Las personas de un mismo sexo no pueden contraer matrimonio debido a una absoluta imposibilidad de la naturaleza, no porque sean discriminadas por la ley civil. Podrán entablar otro tipo de relación, pero no una unión de carácter matrimonial, ya que el matrimonio -como lo indica el más somero análisis racional y como surge del propio concepto de familia y de la vida misma- es una institución reservada a la heterosexualidad.
Esto es el equivalente intelectualizado de cerrar los ojos, taparse los oídos y gritar para negar lo que se ve en la realidad. No hay necesidad ni posibilidad de argumentar contra esto, porque no es un argumento sino una tautología: el matrimonio es heterosexual, por lo tanto los homosexuales no pueden unirse en matrimonio. El “análisis racional” aparece allí sólo de nombre, y para que funcione debe por fuerza ser somero (es decir, superficial), ya que de ser un poco más profundo se haría obvio lo que todos sabemos: que hay parejas homosexuales que se aman, que conviven durante años, que comparten un hogar, y que a veces hasta cuidan a los hijos biológicos o adoptados de uno o de ambos, por lo cual es difícil negarles el título de familia apelando al prescriptivismo sociológico o antropológico.

Y si faltaba evidencia de que el editorialista no tiene idea de lo que está diciendo, tenemos en medio del texto una perla: “La homosexualidad es el fruto de una opción personal y, como tal, debe ser respetada.” Pero no quiero detenerme allí porque entiendo que pudo querer decir que la práctica de la homosexualidad (no la mera orientación homosexual) es una opción. El “razonamiento” completo es
La homosexualidad es el fruto de una opción personal y, como tal, debe ser respetada. Pero el matrimonio, como institución, también debe ser respetado.
La sustitución de términos y la analogía suelen ser útiles en estos casos. Veamos una posibilidad:
Ser negro es el fruto de una opción personal y, como tal, el negro debe ser respetado. Pero el derecho a tener esclavos, como institución, también debe ser respetado.
O también:
Ser judío es el fruto de una opción personal y, como tal, el judío debe ser respetado. Pero la tradición de los clubes segregados, como institución, también debe ser respetada.
Dejo a los lectores razonar sobre la opcionalidad de ser negro, de ser judío y de ser homosexual. A primera vista puede parecer sencillo, pero no lo es; lo que rompe el esquema más básico es la existencia de casos como el de Michael Jackson y de muchísimos “judíos culturales”, judíos no religiosos y personas con antepasados judíos recientes pero sin sentimiento de pertenencia a esa comunidad, así como también la de la homosexuales reprimidos que niegan su propia sexualidad, y de individuos de todos estos grupos que no se identifican con los correspondientes movimientos reivindicativos de sus derechos.

Nótese también que no estoy comparando al matrimonio con la esclavitud o con la práctica de segregar a determinados grupos étnicos. Quien indirecta e implícitamente lo hace es el anónimo autor de la editorial de La Nación que, en base a juicios a priori, crea dos categorías dentro del grupo de los ciudadanos adultos, libres y mentalmente capaces: los que pueden contraer matrimonio con otro cualquiera de ese mismo grupo, y los que no.

Para terminar, una vaga amenaza:
Cuando las leyes se vuelven contra la naturaleza de las cosas, pierden autoridad y fundamento, y se desnaturalizan por completo.
Ésta es, inconfundible, la línea oficial de la Iglesia Católica que sirve como advertencia a aquellos estados y gobiernos que no ceden a la presión: si ustedes proclaman una ley que contradice nuestra visión de las cosas, nosotros declararemos inválida, antinatural y sin base su ley y su gobierno, e incitaremos a nuestros fieles contra ustedes. Es una suerte para nosotros que siglos de lucha y de progreso hayan alejado los tiempos en que la Iglesia podía enfrentar a pueblos enteros entre sí de esta manera, pero no es cuestión de olvidarlo: los viejos hábitos siguen ahí.

martes, 3 de noviembre de 2009

¿Matrimonio homosexual en Argentina? (más) (A151b)

Hay que decir que La Nación, diario al que nadie podría confundir con un medio progresista o afín a esta clase de reivindicaciones, está haciendo un buen trabajo en su tratamiento de las noticias sobre el proyecto para permitir los matrimonios entre personas del mismo sexo en Argentina. Al menos dan lugar a todas las voces, sin calificarlas. Y hasta permiten opinar a los lectores (en la encuesta hay, en este momento, una saludable y sorprendente mayoría del 70% a favor de los matrimonios sin discriminación de sexo).

Tenemos un artículo donde llama al matrimonio homosexual “un derecho en discusión” y cita voces a favor y en contra, estas últimas, previsiblemente, proveniente del establishment universitario católico que tantos prohombres ha dado al país (si el sarcasmo no se transmite por internet, tome nota el lector): el Instituto de Ciencias para la Familia, dependiente de la Universidad Austral, que aparenta una independencia académica que no tiene (encontrándose cómodamente bajo la sombra del Opus Dei), y el Foro Vida y Familia, de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Su estrategia es simular que están de acuerdo con las uniones civiles (que reglamenten derechos patrimoniales) pero en desacuerdo con las implicaciones más controvertidas del matrimonio entre personas del mismo sexo, como la posibilidad de adoptar niños.

Desde luego, éstas son las mismas personas que gritan que va a venir el Apocalipsis cada vez que se comienza a hablar de una ley de uniones civiles. Pero en estos artículos periodísticos donde se les deja el micrófono abierto amablemente, esas voces son calmas. Forman una fachada respetable ante las hordas fanáticas que hay detrás. Cuando no se los presiona, emplean respetables argumentaciones que parecen científicas, pero nunca vemos los tan mentados estudios que muestran incontrovertiblemente que “un niño necesita de un padre y una madre”, tópico que no se hace cierto por ser repetido o por sonarnos de sentido común.

También se preocupan de las imposiciones ideológicas del estado, de lo privado hecho público, etc., y otras cuestiones que no nos deben hacer olvidar que esta misma clase de personas, en posesión del poder, han impuesto religión, ideología, formas de pensar, de sentir y de vivir a naciones enteras, bajo la amenaza del aislamiento social o del exilio.

Si se los rebate mostrándoles la superficialidad de sus argumentaciones, sacan a relucir la “ley natural”: en este punto es mejor conceder el campo, ya que entramos en terreno teológico, es decir, en la tierra de nadie donde la verdad no vale más que la retórica. Si de todas formas se protesta, el horror y el odio que sienten estas personas por todo lo que es diferente a ellos se manifiesta en toda su potencia. Yo les advertí.

lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Matrimonio homosexual en Argentina? (A151)

Hace unos días me sorprendí con las noticias de que la Cámara de Diputados de la Nación estaba tratando, con grandes posibilidades de ser aprobada, una modificación del Código Civil que permitiría el matrimonio entre (dos) personas cualesquiera sin importar su sexo. O sea, el “matrimonio gay”.

Digo que me sorprendí porque el asunto parecía estar bastante avanzado (casi dado por hecho) y sobre todo porque, incluso cuando el tema comenzó a instalarse en la campaña electoral, no había saltado a la tapa de los diarios a causa de las protestas y amenazas metafísicas de algún jerarca religioso fanático, de ésos que —con sueldo a cargo del Estado argentino y la bandera papal frente a sus oficinas— pregonan la ideología represiva de la teocracia vaticana.

Mi sorpresa, en el segundo de estos respectos, no tardó en apagarse. La Iglesia Católica, a través de una de sus fachadas (un grupo de autotitulados “expertos” del Instituto para el Matrimonio y la Familia de la Universidad Católica Argentina), no tardó en descalificar el proyecto (en realidad un par de proyectos similares) y advertir de los riesgos de “redefinir el matrimonio”. Para no ser menos, la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas (ACIERA) también clamó, con tan variados como falaces argumentos, contra los “nuevos tipos de familia” que el cambio de la ley impondría a la sociedad.

Resulta algo cansador repetir estas argumentaciones y sus refutaciones, pero brevemente se puede resumir el asunto así:
  • El matrimonio civil es una institución secular. Por razones históricas, lleva el mismo nombre y acarrea muchas de las connotaciones de la institución religiosa, o sacramento, que se conoce como matrimonio en la mayoría de las religiones. Pero un estado secular moderno no tiene por qué moldear sus instituciones en paralelo con una religión.
  • Lo “natural” no es necesariamente lo más deseable. Lo que es natural (sin comillas), además, suele ser bastante distinto de lo que las religiones tradicionales consideran “natural”, como viene demostrando la biología en su interacción con la sociología y la antropología. Hace no mucho se consideraba natural que la mujer estuviera subordinada al hombre y que la sociedad estuviera estructurada en forma estratificada, con un soberano en la cima, hombres libres en el medio, y esclavos abajo. El ser humano puede cambiar, y ha cambiado considerablemente, su visión de lo que es “natural”.
  • El matrimonio civil es un contrato entre dos personas tutelado por el estado. El estado no tiene poder para negar el derecho a celebrar este contrato a dos personas por el hecho de que sean del mismo sexo, en tanto se cumplan otras condiciones (el mutuo consentimiento, la mayoría de edad o estado emancipado).
  • El recurso al miedo por la posibilidad de que los matrimonios entre homosexuales puedan adoptar niños no tiene fundamento (este temor nacido de la homofobia se ha discutido aquí, y no es exclusivo de los creyentes, desde luego). No existe ninguna evidencia de que las personas homosexuales sean peores padres que las heterosexuales. En todo caso, si existiera tal evidencia, sería de naturaleza estadística, no de carácter individual. (De la misma manera que la evidencia estadística de una alta proporción de pedófilos entre los sacerdotes de la Iglesia Católica no debe conducir a la discriminación por presunción de pedofilia de los sacerdotes como individuos.)
  • Las sociedades humanas conocen y han experimentado una variedad de organizaciones familiares. Es alarmista e irresponsable afirmar que la sociedad va a sufrir por un cambio de la definición de la institución matrimonial, especialmente siendo que se trata de un sector minoritario, y siendo que las uniones de hecho de homosexuales, y uniones civiles con derechos parciales, existen en distintos lugares desde hace tiempo.
Un proyecto de matrimonio independiente del sexo de los contrayentes (mejor que “matrimonio homosexual”) fue presentado por el INADI hace más de un año, auspiciando a la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans. Los que actualmente están siendo debatidos en comisiones fueron presentados por las diputadas Silvia Augsburger (Partido Socialista) y Vilma Ibarra (Encuentro Popular y Social), y aunque no está claro, es de suponer que derivan de la iniciativa anterior. En Diputados hay a priori una mayoría de posiciones a favor, pero la aprobación en el pleno de la Cámara depende del oficialismo kirchnerista (el Frente para la Victoria), que en principio no se opondría (la Federación LGBT ofrece una carta modelo para enviar a los diputados en ese sentido). Una vez aprobado, el proyecto debería pasar al Senado, donde seguramente no la tendrá tan fácil, por tratarse de un cuerpo marcadamente más conservador.